En prácticamente todos los textos de
"Management" se elogia el trabajo en equipo -vía comités- como una
poderosa herramienta de gestión organizacional. En todas las empresas que
administran con sofisticación a sus recursos humanos se incluye en su evaluación
de desempeño la capacidad de trabajar en equipo. Y todos los líderes del mundo
de los negocios pregonan a los cuatro vientos las bondades del esfuerzo
colectivo plasmado en las juntas.
Pero si bien es cierto que el trabajo en equipo es positivo, en muchos casos el abuso del concepto -en detrimento de la iniciativa individual- puede resultar contraproducente.
Veamos porqué.
• La calidad del pensamiento de un grupo tiende a nivelarse por lo bajo. Por más esfuerzos que hagan los mejores por vender sus ideas, siempre habrá que acomodar algunas de las tonterías que proponen los miembros menos inteligentes o preparados.
• Las discusiones en los equipos de trabajo tienden a ser prolongadas porque cada integrante quiere dejar su huella en el proceso y en las decisiones finales (así esos aportes verdaderamente no agreguen valor, porque para algunos lo clave es no pasar desapercibido).
• Hay una muy buena definición que ilustra perfectamente el mensaje de este punto. ¿Qué es un camello? Es un caballo diseñado por un comité. Cada participante se empeña en que su aporte quede incorporado al acuerdo final, y en lugar de concentrarse en que el rompecabezas arme bien, cada cual defiende sus piezas.
• Muchos buenos profesionales se desmotivan cuando los obligan a conformar un comité para validar sus estrategias. Nada más absurdo que el tener que darle juego en el diseño de planes de acción a quienes simplemente deberían dedicarse a ejecutar de la manera más eficiente las decisiones tomadas por los expertos. Es muy peligroso abrirle espacio a las ideas de quienes por su formación y experiencia tienen poco que agregar y bastante que enredar.
• Las empresas no deben ser propiamente foros de la democracia. Si los negocios se administran consultando las opiniones de todos sus empleados, en poco tiempo se quebrarían. Las empresas se manejan bien mediante estructuras jerárquicas muy claras que deben ejercer su poder sin complicarse la vida con solicitudes de recomendaciones a comités heterogéneos que pueden debilitar las líneas de mando. Esto suena antipático, pero en las empresas -al igual que en el ejército, no puede haber espacio ni tiempo para la búsqueda de consensos. Esto es particularmente cierto en momentos de crisis.
Antes de conformar un comité, se debe meditar con cuidado si este es el mecanismo ideal para afrontar los retos empresariales. Porque con demasiada frecuencia, por las razones descritas, no lo es.
Pero si bien es cierto que el trabajo en equipo es positivo, en muchos casos el abuso del concepto -en detrimento de la iniciativa individual- puede resultar contraproducente.
Veamos porqué.
• La calidad del pensamiento de un grupo tiende a nivelarse por lo bajo. Por más esfuerzos que hagan los mejores por vender sus ideas, siempre habrá que acomodar algunas de las tonterías que proponen los miembros menos inteligentes o preparados.
• Las discusiones en los equipos de trabajo tienden a ser prolongadas porque cada integrante quiere dejar su huella en el proceso y en las decisiones finales (así esos aportes verdaderamente no agreguen valor, porque para algunos lo clave es no pasar desapercibido).
• Hay una muy buena definición que ilustra perfectamente el mensaje de este punto. ¿Qué es un camello? Es un caballo diseñado por un comité. Cada participante se empeña en que su aporte quede incorporado al acuerdo final, y en lugar de concentrarse en que el rompecabezas arme bien, cada cual defiende sus piezas.
• Muchos buenos profesionales se desmotivan cuando los obligan a conformar un comité para validar sus estrategias. Nada más absurdo que el tener que darle juego en el diseño de planes de acción a quienes simplemente deberían dedicarse a ejecutar de la manera más eficiente las decisiones tomadas por los expertos. Es muy peligroso abrirle espacio a las ideas de quienes por su formación y experiencia tienen poco que agregar y bastante que enredar.
• Las empresas no deben ser propiamente foros de la democracia. Si los negocios se administran consultando las opiniones de todos sus empleados, en poco tiempo se quebrarían. Las empresas se manejan bien mediante estructuras jerárquicas muy claras que deben ejercer su poder sin complicarse la vida con solicitudes de recomendaciones a comités heterogéneos que pueden debilitar las líneas de mando. Esto suena antipático, pero en las empresas -al igual que en el ejército, no puede haber espacio ni tiempo para la búsqueda de consensos. Esto es particularmente cierto en momentos de crisis.
Antes de conformar un comité, se debe meditar con cuidado si este es el mecanismo ideal para afrontar los retos empresariales. Porque con demasiada frecuencia, por las razones descritas, no lo es.
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