Con buen uso de tu libertad
alejas el fatalismo. Ánimo, borra el paradigma según el cual hay un destino
ciego ya trazado.
No es cierto que el triunfador nació con estrella y buena suerte, y quien fracasa nació estrellado o no tiene suerte.
El fatalista pone su vida
en las manos del horóscopo, los rezos o un talismán y no toma las riendas de su
destino.
Cree de modo ingenuo que con un escapulario puede correr en su carro a
120 por hora, protegido por el ángel; no sabe que el ángel se baja después de
80.
Lo real es que un campeón gana por su dedicación, no por suerte y que en
el trabajo y la entrega está la fortuna, no en una lotería.
Una relación no se va a
pique porque ella es virgo y él es libra, sino por fallas humanas, por descuidar
el amor.
En suma, fe sólida, autoestima y responsabilidad es lo que urge en medio de tantos brujos, hierbas, oraciones milagrosas y paternalismo.
Tu desafío es extirpar las culpas y las excusas. ¿Cuándo serás el timonel de tu propio barco y el soberano
de tu mente?
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