No
existe familia perfecta, no tenemos padres perfectos, no somos perfectos, no
nos casamos con una persona perfecta ni tenemos hijos perfectos. Tenemos quejas
unos de otros.
Decepcionamos unos a otros. Por eso, no hay matrimonio
saludable o familia saludable sin el ejercicio del perdón. El perdón es vital para nuestra
salud emocional y supervivencia espiritual. Sin el perdón la familia se
vuelve un espacio de conflictos y un cúmulo de amarguras.
Sin
perdón la familia se enferma...
El perdón es la esterilización del alma, la limpieza de
la mente y la liberación del corazón. Quien no perdona no tiene paz en el alma
ni comunión con Dios. La amargura es un veneno que intoxica y mata. Guardar amargura en el corazón,
es un gesto autodestructivo. Quien no perdona padece física, emocional y
espiritualmente.
Es por eso que la familia necesita ser un lugar de vida y
no de muerte; territorio de cura y no de enfermedad; palco de perdón y no de
culpa...
El
perdón trae alegría donde la amargura produjo tristeza y cura, donde la
amargura causó enfermedad....
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