Un termómetro para medir
sin ego tu avance espiritual es examinar tu grado de compasión.
Mientras más espiritual
eres menos juzgas, no
condenas y sientes como tuyo el dolor ajeno.
El sufrimiento ajeno no
te roba la paz pero sí te lleva a ayudar para acabar con el sufrimiento.
Compasión no es sentir lástima ni pesar, es entrar al corazón del otro, amarlo y
apiadarse ante su dolor.
Un ser compasivo no hace diferencias entre las personas y ama a todos con un amor
incondicional.
Jesús fue inmensamente
compasivo
con los extraños, los pecadores y los despreciados de su tiempo.
La compasión brota como agua de la fuente del amor a Dios y de
la consciencia de unidad.
Es más fácil entender a
otro cuando te sientes uno con él y sabes que Dios está en él y en ti.
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