La Resurrección de Cristo de Noël Coypel, 1700, usando
una representación ascendente de Jesús.
La resurrección de Jesús es la creencia religiosa
cristiana según la cual, después de haber sido condenado a muerte, Jesús fue resucitado
de entre los muertos. Es el principio central de la teología cristiana y forma
parte del Credo de Nicea: «Al tercer día resucitó, conforme a las Escrituras».
En el Nuevo
Testamento, después de que los romanos crucificaron a Jesús, él fue ungido y enterrado en una
tumba nueva por José de Arimatea, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y
se apareció a muchas personas en un lapso de cuarenta días antes de ascender al
cielo, para sentarse a la diestra de Dios.
Pablo de Tarso
señaló que «Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros
pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó
al tercer día, conforme a las Escrituras» (1 Corintios 15:3-4). El capítulo afirma que tal
creencia, tanto en la muerte y la resurrección de Cristo, es de vital
importancia para la fe cristiana: «Y si Cristo no resucitó, vana es entonces
nuestra predicación, vana es también vuestra fe [...] y si Cristo no
resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.
Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de
conmiseración de todos los hombres» (1 Corintios 15:14, 17-19).
Los cristianos
celebran la resurrección de Jesús el Domingo de Pascua, dos días después del
Viernes Santo, el día de su crucifixión.
En el Nuevo Testamento, los cuatro evangelios concluyen
con una narrativa extensa del arresto de Jesús, su juicio, su crucifixión, su
sepultura y su resurrección. En
cada uno de estos cinco eventos evangélicos en la vida de Jesús son tratados
con más intensos detalles que cualquier otra parte de la narrativa de
Evangelio. Los estudiosos señalan que el lector recibe prácticamente un relato
de hora a hora de lo que está sucediendo. La muerte y la resurrección de Jesús
pasan a considerarse como el clímax de la historia, el punto en el cual todo se
ha ido dirigiendo durante todo el tiempo.
Después de su
muerte por crucifixión, Jesús
fue colocado en una tumba nueva que fue descubierta vacía en la madrugada del
domingo. El Nuevo Testamento no incluye un relato del «momento de la
resurrección». En los iconos de la Iglesia oriental no se representa ese
momento, pero muestran a las miróforas y representan escenas de la salvación.
Los principales apariciones de Jesús resucitado en los evangelios canónicos (y,
en menor medida, en otros libros del Nuevo Testamento) son reportadas como ocurridas después de su
muerte, sepultura y resurrección, pero antes de su ascensión.
Los evangelios sinópticos coinciden en que, a medida que
la noche se acercaba después de la crucifixión, José de Arimatea pidió a Pilato
el cuerpo de Jesús y, después de que Pilato concedió su petición, lo envolvió
en una sábana y lo pusieron en una tumba. Esto estaba de acuerdo con la ley mosaica, que establece que no debe
permitirse que una persona colgada en un madero permaneciera allí por la noche,
sino que debía ser enterrada antes del ocaso.
Los cuatro evangelios reportan que las mujeres fueron las
primeras en encontrar la tumba vacía de Jesús, aunque el número varía de uno
(María Magdalena) a un número no especificado. De acuerdo con Marcos y Lucas, el anuncio de la resurrección de Jesús
fue hecho por primera vez a las mujeres. De acuerdo con Marcos y Juan, Jesús realmente
se apareció por primera vez (en Marcos 16:9 y Juan 20:14) solo a María
Magdalena. En palabras de Stagg: «Mientras que otros encontraban a la mujer
como no cualificada o autorizado para enseñar, los cuatro Evangelios muestran
que el Cristo resucitado
encargó a las mujeres anunciar a los hombres, entre ellos a Pedro y los demás
apóstoles, la resurrección, el fundamento del cristianismo».
Dos «ángeles» (u
«hombres con vestiduras deslumbrantes»), Cristo resucitado y una de las mujeres
(el evangelio de Juan especifica que María Magdalena) son representados en La
mañana de la Resurrección, de Edward Burne-Jones, 1882.
En los evangelios, especialmente los sinópticos, las
mujeres desempeñan un papel central como testigos de la muerte de Jesús, su
sepultura, y en el descubrimiento de la tumba vacía. Los tres sinópticos en repetidas ocasiones
hablan de las mujeres junto con el verbo «ver», presentarlas claramente como
testigos oculares.
Las apariciones
de Jesús resucitado
Después de descubrirse la tumba vacía, los evangelios
indican que Jesús hizo una serie de apariciones a los discípulos. Él no era
reconocible de inmediato, según Lucas. E. P. Sanders llegó a la conclusión de
que a pesar de que podría aparecer y desaparecer, él no era un fantasma. Lucas es muy insistente en que, en palabras
de Sanders, «el Señor resucitado podía ser tocado, y podía comer» (cf. Lucas
24:39-43). Él primero se apareció a María Magdalena, pero ella no lo reconoció
al principio. Los dos primeros discípulos a los que se apareció, caminaron y
hablaron con él durante bastante tiempo sin saber quién era (el camino de la
aparición de Emaús, Lucas 24:13-32). Él se dio a conocer «al partir el pan»
(Lucas 24:35). Cuando se apareció por primera vez a los discípulos en el
Cenáculo, Tomás no estaba presente y no quiso creer hasta una aparición
posterior, donde fue invitado a poner su dedo en los agujeros en las manos y el
costado de Jesús (Juan 20:24-29). Junto al mar de Galilea animó a Pedro a
servir a sus seguidores (Juan 21:1-23). Su última aparición sucede como
cuarenta días después de la resurrección, cuando fue «recibido arriba» en el
cielo, y se sentó a la diestra de Dios (Marcos 16:19).
Los registros
bíblicos
La historia de la resurrección aparece en más de cinco
lugares en la Biblia. En varios episodios en los cuatro Evangelios, Jesús
anuncia su subsiguiente muerte y resurrección, que él afirma es el plan de Dios
Padre. Los cristianos consideran a la resurrección de
Jesús como parte del plan de la salvación y la redención mediante la expiación
del pecado del hombre. La creencia en una resurrección corporal de los muertos llegó a ser
bien establecida dentro de algunos sectores de la sociedad judía en los siglos
previos a la época de Cristo, según lo registrado por Daniel 12:2, de
mediados del siglo II a. C.: «Y muchos de los que duermen en el polvo de la
tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y
confusión perpetua». Josefo, en el siglo I, da la siguiente generalización:
«Los fariseos creen en la resurrección de los muertos, y los saduceos no». Los
saduceos, líderes religiosos políticamente poderosos, rechazaron la otra vida,
los ángeles y los demonios, así como ley oral de los fariseos. Los fariseos,
cuyos puntos de vista se convirtieron en el judaísmo rabínico, finalmente
ganaron (o al menos sobrevivieron) este debate. La promesa de una futura
resurrección aparece en la Torá, así como en ciertas obras judías, como La vida
de Adán y Eva (c. 100 a. C.) y en el libro farisaico de 2 Macabeos (c. 124 a.
C.).
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