En el reino animal, el macho alfa
exterioriza su dominio a través del movimiento corporal y su postura. Los seres
humanos no somos diferentes. La persona con más poder en una reunión es aquella
cuyos movimientos físicos son más expansivos: piernas separadas, brazos
extendidos y espalda reclinada en el asiento.
Seguro que alguna vez has
asistido a alguna reunión en la que tu jefe ha acomodado sus pies sobre la mesa
y apoyado sus manos por detrás de la cabeza con los hombros apuntando hacia
ambos lados. Aunque parezca un estereotipo, yo mismo puedo dar fe de haber vivido
esa situación.
La persona que realiza estos movimientos ostenta tanta seguridad que no
le importa que sus movimientos puedan molestar a alguno de los asistentes a la
reunión. Probablemente
esta seguridad surge como consecuencia del puesto que ocupa dentro de la
empresa.
Por el contrario, una persona nerviosa o tímida y con menos poder se comportará de manera diferente.
Tratará de ocupar el menor
espacio posible a través de una reducción de su propio alcance físico: hombros contraídos, pies juntos
y espalda recta sobre el respaldo. Además cruzará los brazos sobre su pecho en actitud protectora.
El jefe no tiene porqué protegerse de nadie. Por ello renuncia
inconscientemente a la posición de protección y puede extender los brazos. Sin embargo el subordinado
permanecerá en actitud protectora tratando de pasar lo más desapercibido
posible.
Adoptamos este tipo de posturas de manera inconsciente, pero también son
percibidas de forma inconsciente por las personas que tenemos enfrente. Esto quiere decir que la
relación entre “poder” y “postura” es un camino de dos direcciones y
aquí es donde reside lo realmente curioso: no sólo quien ostente mayor poder
empleará inconscientemente un tipo de posturas determinadas, sino que también quien conscientemente utilice
este tipo de posturas será percibido con un poder mayor. O sea que si
decides conscientemente comportarte de manera expansiva, tus compañeros de reunión te
asignarán mayor poder de manera inconsciente.
Con todo esto no te estoy diciendo que en tu próxima reunión te quites
los zapatos y apoyes tus pies sobre la mesa. Es posible realizar movimientos expansivos sin tener que
cruzar el umbral que separa la educación y el saber estar. Estos
movimientos deben ser muy sutiles al principio para no provocar una disonancia
muy fuerte en quien tienes al lado. Pasar de ser el tímido a convertirte en la persona que toma las
decisiones no es algo que pueda ocurrir de un día para otro. No sólo
porque no resultarás creíble para los demás, sino también porque tú mismo no creerás ni
confiarás en tu nuevo rol.
Los cambios duraderos son
aquellos que se producen poco a
poco. Si quieres más poder y comienzas a comportarte como alguien que YA
ostenta ese poder, poco a poco tú mismo y los demás confiareis en tus nuevas
habilidades.
Existe mucha literatura que explica que las conductas anteceden a las
emociones. Si comienzas a
comportarte como alguien que está a cargo de la situación, poco a poco tu
cuerpo comenzará a sentirlo y por último tú acabarás creyéndotelo. Y una
vez que has alcanzado el punto de la creencia, tu poder no hará más que
aumentar de forma natural sin tener que esforzarte.
Asi que…¿por dónde empezar?
Comienza a comportarte de manera más natural en
las reuniones: Sonríe.
No dudes en levantarte del asiento para explicar algo. No tengas miedo a
interrumpir a alguien (de manera educada) cuando quieras rebatir o puntualizar
alguna cuestión. Cuando te
toque hablar distribuye tu mirada por todos los asistentes a la reunión. No
cruces los brazos.
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