A priori podríamos pensar que
pensar en la muerte nos puede conducir a un estado de depresión y pesimismo.
Todos vamos a morir. Eso no es ninguna
novedad. A pesar de eso, tratamos
de no hablar del tema y lo consideramos casi un tabú.
Al dar el pésame decimos “Siento LO de tu padre” en lugar de “Siento LA MUERTE de tu padre”. Ese
“LO” sustituye a una palabra que evitamos pronunciar como si de un virus
contagioso se tratara. Sin embargo, con el paso de los años he podido comprobar
de distintas formas (en primera persona, o a través de noticias, etc) que la cercanía de la muerte ha
provocado cambios positivos en la vida de algunas personas.
Seguro que has oído numerosos testimonios de personas que han estado a
punto de morir (ya sea por accidente o enfermedad) y han sobrevivido.
A partir de ese momento sus vidas
sufrieron un cambio repentino a mejor.
Comenzaron a preocuparse por las cosas verdaderamente importantes
dejando de lado los problemas banales. El hecho de adquirir conciencia sobre la muerte les dió
la motivación necesaria para atreverse a ser felices durante la vida.
Les dió la fuerza necesaria para perseguir sus sueños. En definitiva, estar a
punto de morir mejoró sus vidas.
“Si vives cada día como si fuera
el último, algún día tendrás razón”.
Entonces … por un lado evitamos hablar de la muerte y la apartamos de
nuestros pensamientos. Por
otro lado la evidencia me demuestra que tener la muerte presente mejora la vida
de las personas.
La muerte aumenta nuestra predisposición a ayudar a los demás. Cuando
nos encontramos en las proximidades de un cementerio es más probable que
ayudemos de forma altruísta a un desconocido.
Nuestra existencia adquiere sentido si observamos
la vida y la muerte como un continuo. Si le damos la espalda a la muerte
viviremos una vida incompleta.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios