Cien mil canciones no bastaron para describir todo lo que eres en mi vida. Tu risa,
tus ojos, tu boca… todo eso que se siente como un eco eterno en mi
corazón. Dormías en mí, y yo
me despertaba con un doble latir que siempre fue por ti.
Construimos
un amanecer entre sueños y proyectos. A veces dudamos, a veces tropezamos, pero siempre nos
alimentamos de amor. Y sí, te volvería a llamar, a besar y a
empezar, pero esta vez con menos reproches y muchas más verdades.
Gracias por
todo. Por ser quien
lleva las riendas cuando la vida pesa. Por mirarme como nadie me miró jamás.
Por llenar mis días de verdad, cuando el mundo parece perdido en
su propio caos.
A pesar del
miedo, de las dudas, de los tropiezos, volvería a elegirte. Sin frenos, sin dudas, sin reflejos de
vidas fugaces. Porque lo que tenemos no es perfecto, pero es nuestro,
y está lleno de esa magia que hace que todo valga la pena.
No me dejes
escapar. Porque aunque
asusta, quererte como te quiero es lo más real que he sentido. Y cuando
te miro, no puedo evitar pensar: sí, así es como planeamos vivir.

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