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A LOS 60... ¡SEGUIMOS VIVOS PERO CON LA GARANTÍA VENCIDA!

 

Dicen que los 60 son “la mejor edad”. ¡Sí, claro! La mejor edad… para dormirse viendo Netflix, comprar cremas que prometen milagros y celebrar cuando uno logra ir al baño sin intervención divina. 

 A esa edad, el cuerpo ya no es templo: ¡es ruina arqueológica declarada patrimonio de la humanidad! Lo que no cruje, duele; lo que no duele, se cae; y lo que no se cae… ¡simplemente dejó de funcionar por mantenimiento pendiente!

 El cabello se muda: se va de la cabeza y se instala cómodamente en las orejas y la nariz, buscando nuevos horizontes. Y el espejo… ¡ese traidor! Te devuelve la mirada de alguien que ha vivido mucho o, al menos, ha sobrevivido a todos los diagnósticos de Google.

 Después de los 60, uno ya no vive… sobrevive con dignidad, con crema de Goicoechea y con un arsenal de pastillas que parece la bolsa de Mary Poppins

 Un dolor de cabeza es un derrame, un resfriado es neumonía, y un barrito… ¡ay, por favor, ya es cáncer hasta que se demuestre lo contrario! 

 Y ni hablar del “garrote”: ese viejo soldado de mil batallas que ahora prefiere dormir la siesta antes que entrar en acción. Si intentas despertarlo sin aviso, te mira con cara de: “¿En serio, otra vez con eso?”

 Pero tranquilos, que no todo está perdido. Si amaneciste respirando, ¡ya ganaste el día! Si recuerdas dónde dejaste los lentes, eres un genio. Y si logras leer esto sin agrandar la letra… ¡te mereces una medalla y un diploma al mérito visual! 

 Porque sí, amigos y amigas de la “tercera juventud”, a los 60 ya no se compite… se celebra. Cada amanecer es un premio, cada carcajada es medicina, y cada baile —aunque sea sentado y con rodilleras— es una victoria contra el tiempo.

 Así que no se quejenríanselo todo, báilenlo todo y abrácenlo todo. Usen Vick VapoRub con orgullo, pónganse cremita en las rodillas, tómense su Metamucil y saluden a la vida con humor. Porque, a estas alturas, la juventud está sobrevalorada… y la vida, bien vivida, no tiene arrugas, sino historias

 PD: Si estás por llegar a los 60, ¡no corras! Ya te llegará tu turno. Y cuando te toque, avísanos… para darte la bienvenida con linimento, un té de manzanilla y un bailecito a ritmo de lo que nos vayan tocando. 

 Recuerda: “El diente miente, la cana engaña, la arruga desengaña… ¡pero el pelo en la oreja, ni duda deja!”


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