A veces, la vida nos pone en el camino algo que no
entendemos del todo, pero es justo lo que necesitamos. Así es la ley, y
en mi caso, tú eres el ángel hecho para mí. Te conocí y,
de alguna manera, el tiempo se me fue, como si hubiera llegado de un
momento a otro y luego se escapó.
Te fallé, te hice daño, y pasé años sin darme cuenta de lo que realmente
importaba. Te amé sin casi amar, y lo más loco de todo es que, al final, quien me
salvó, fue el ángel que quiero yo: tú.
En los
momentos oscuros, cuando todo parece ir mal, ahí estás tú. Te cuelas en mis
huesos, dejándome tu beso
junto al corazón. Me sacas de las malas rachas de dolor, y
una vez más me recuerdas lo que es sentir.
Cuando no
sé qué hacer ni a dónde ir,
te siento cerca. Mi cuerpo se va, se dirige hacia donde tú estás,
porque eres la razón por la que mi vida cambió. El ángel que quiero yo.
Siempre
vuelves con tus alas abiertas,
sacándome de la oscuridad y dejándome saber que todo está bien. Porque
eres tú, el ángel que quiero. Siempre, hoy y siempre.

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