Dios mío, solo tú calmas mi sed espiritual y me inspiras con tu
Espíritu santo.
Somos simples instrumentos tuyos en todo lo bueno
que hacemos.
Nada
más que eso: instrumentos.
Solo tú, Padre, puedes calmar la sed del alma y
dar respuesta a mis interrogantes más profundos.
Eres la fuente del amor y no tengo que buscarte en
un templo ya que moras en
el santuario de mi alma.
Allí habitas, me proteges y me acompañas
siempre, aunque a veces te
sienta lejano o ausente.
No eres un Dios externo, estás en mí y soy parte tuya como lo
somos todos, incluso los que obran mal.
Lo veo claro, se caen todos los muros y no hay juicios ni separación,
solo una apacible conciencia de unidad.
Nada ni nadie me aparta de ti, Dios mío, y de tu
amor.
Quiero sentirte, vivirte e irradiarte.
Sé que me amas infinitamente.
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