Sientes
que hay algo ahí que no te está dejando avanzar en la vida, algo que te
incomoda, a veces más a veces menos, quizá a temporadas, pero que no te deja
ser feliz.
Has
tratado de superar este problema por tu cuenta pero después de varios intentos
no has sido capaz. Está claro que necesitas buscar a un profesional, alguien
que te ayude con esta dificultad.
Así que de una vez por todas te has decidido y… ¡vas a empezar una terapia!
Si este es tu caso, enhorabuena, porque has dado un paso
en la dirección adecuada.
Aunque muchas veces parece que uno debiera saber resolver por sí mismo los
problemas emocionales, las dificultades psicológicas o los problemas de pareja,
hay momentos en lo que lo más inteligente es consultar con un profesional que nos pueda
echar una mano.
Pero una vez tomada la decisión, se nos plantea un
segundo problema: ¿cómo
elegir bien?
Tienes derecho a pedir a tu terapeuta …
1.
Que esté formado y tenga experiencia en el problema que me ocupa. Y si
no es así que me oriente adónde acudir.
2.
Que me haga sentir cómodo, escuchado y entendido en todo momento.
3. Que
no se asuste aunque le cuente cosas duras. Que sea capaz de contener mi angustia y mis preocupaciones.
4. Que
tenga paciencia si tardo un poco o me cuesta hablar de algunos temas.
Que respete mi ritmo y me de permiso para no hablar de algo si no me encuentro
aún preparado para hacerlo.
5. Que
no abra ninguna herida de mi vida si después no va a poder ayudarme a
cerrarla.
6. Que
sea sincero siempre. Que no me diga cosas que no encajan con lo que
verdaderamente está pensando porque lo notaré y me sentiré mal.
7. Que
me tenga informado en todo momento de cual es la ruta a seguir. Que me
diga en qué punto de la terapia estamos, cuál es el siguiente paso, qué puedo
esperar, y en cuanto tiempo…
8. Que
sea humilde y me derive a otro compañero si vemos que la terapia no
avanza y piensa que otro profesional me puede ayudar mejor.
9. Que
me pueda contar también algunas cosas suyas, de su vida. Me gustará
pensar que es una persona como yo que también lo ha pasado bien, mal, saber qué
le gusta, si tiene familia…
10. Que podamos tener momentos de humor, y de charla
distendida en las terapias. Que no todo sea hablar de los problemas.
11. Que
sea cariñoso, aunque sea serio (una cosa no quita la otra).
12. Que
sea comprensivo si meto la pata o tengo alguna recaída.
13. Que
no alargue la terapia innecesariamente y que me deje probar a caminar
solo, en cuanto piense que estoy listo para hacerlo.
Si
tu terapeuta responde a estas características, ¡enhorabuena! puedo asegurarte
que estarás en buena manos.
Y si no es así, una cosa importante y que a veces se nos
olvida: Tenemos todo el
derecho de cambiar.
Porque
en terapia, como en el amor, no siempre se acierta a la primera…
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