A menudo llevamos una máscara invisible, una fachada que mostramos al mundo, ocultando nuestros miedos, inseguridades o verdaderos sentimientos. Nos aferramos a esa imagen, temerosos de mostrar quiénes somos realmente, preocupados por el juicio o la crítica de los demás.
Pero ¿qué pasaría si nos atreviéramos a quitarnos esa máscara?
La máscara, aunque nos brinda una sensación de seguridad, también nos separa de nuestra autenticidad. Nos impide conectar genuinamente con los demás, nos aleja de relaciones significativas y nos deja en la soledad de una fachada fabricada.
Dejar caer esa máscara requiere valentía. Requiere estar dispuestos a ser vulnerables, a mostrarnos tal como somos, con nuestras imperfecciones y virtudes. Significa abrazar nuestra autenticidad y liberarnos de las expectativas externas para abrazar nuestra verdadera esencia.
Al quitarnos la máscara, nos liberamos del peso de la autenticidad fingida. Nos permite respirar con libertad, sentirnos más ligeros y vivir en congruencia con nuestros valores y creencias más profundos.
Es un proceso que nos lleva hacia la aceptación, no solo de nosotros mismos, sino también de los demás. Nos brinda la oportunidad de conectar desde lo más genuino, construyendo relaciones basadas en la confianza y la transparencia.
El acto de quitarse la máscara es un viaje hacia la autoaceptación. Nos permite reconocer y abrazar nuestras imperfecciones como parte de lo que nos hace humanos, fomentando así una mayor compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Al final, quitarse la máscara es una invitación a vivir una vida más auténtica y plena. Nos libera para abrazar nuestras pasiones, perseguir nuestros sueños y disfrutar de cada momento con una sensación de libertad que solo se encuentra al vivir sin barreras ni fachadas.
REFLEXION
Desde niños hacemos lo que sea para llamar la atención de los
padres y vencer su indiferencia:
Ser el mejor o el payaso del salón, enfermarnos, ser graciosos,
deprimirnos o aislarnos.
Ya de grandes repetimos esos roles una y otra vez, casi siempre de
un modo inconsciente.
En este sentido es sabio examinarse y reconocer en cuál de estos
papeles actuamos día tras día.
Podemos actuar como:
imitadores, víctimas, perseguidores, salvadores o espectadores.
Saberlo es clave para poder cambiar y reprogramar la vida, en
lugar de repetirse sin remedio.
Es fácil que hagas de salvador y de ingenuo imitando a tu mamá o
porque así te ganabas su cariño.
Deja las máscaras y podrás
vivir de una mejor manera. Animo, atrévete a asumir un nuevo rol y deja atrás
un pasado asfixiante.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios