MARTES, DICIEMBRE 08, 2009: Hoy, 56 periódicos en
45 países han decidido dar el paso sin precedentes de hablar con una sola voz a
través de un editorial común. Lo hacemos porque la humanidad se enfrenta a una
grave emergencia.
Si no nos unimos
para emprender acciones decisivas, el cambio climático causará estragos en
nuestro planeta y, con él, en nuestra prosperidad y nuestra seguridad. Los
peligros son evidentes desde hace una generación. Ahora, los hechos han empezado a hablar por sí solos: 11
de los últimos 14 años han sido los más calientes que se registran, el casquete
polar del Ártico está derritiéndose y la increíble subida de los precios del
petróleo y los alimentos el año pasado nos ofrece un anticipo del caos que se avecina.
En las publicaciones científicas, la cuestión ya no es si la culpa es de los
seres humanos, sino cuánto tiempo nos queda para limitar los daños. Y, sin
embargo, hasta ahora, la respuesta del mundo ha sido débil y desganada.
El cambio climático se ha ido produciendo durante
siglos, tiene consecuencias que persistirán para siempre y nuestras
perspectivas de controlarlo se van a decidir en los próximos 14 días. Pedimos a los representantes de los 192
países reunidos en Copenhague que no vacilen, que no caigan en disputas, que no
se echen las culpas unos a otros, sino que aprovechen la oportunidad surgida
del mayor fracaso político contemporáneo. Ésta no debe ser una lucha entre el
mundo rico y el mundo pobre, ni entre el Este y Occidente. El cambio climático
afecta a todos, y todos deben resolverlo.
La base científica es compleja pero los datos están
claros. El mundo necesita tomar medidas para limitar el ascenso de la
temperatura a 2 grados centígrados, un objetivo para el que será preciso que
las emisiones mundiales alcancen su tope y empiecen a disminuir entre los
próximos cinco y 10 años. Una
subida mayor, de 3 o 4 grados centígrados - el mínimo aumento que, siendo
prudentes, podemos prever si no se hace nada -, secaría los continentes y
convertiría tierras de cultivo en desiertos. Podría extinguirse la mitad de
todas las especies, millones de personas se verían desplazadas y el mar
inundaría países enteros.
Son pocos los que creen que, a estas alturas, pueda
salir de Copenhague un tratado perfectamente definido; sólo fue posible empezar a avanzar
verdaderamente en esa dirección con la llegada del presidente Obama a la
Casa Blanca y el cambio total en la política de obstruccionismo que
Estados Unidos mantenía desde hace años. Y el mundo sigue estando a merced de
la política interior norteamericana, porque el presidente no puede
comprometerse por completo a emprender las acciones necesarias hasta que el
Congreso lo autorice.
Pese a ello, los políticos, en Copenhague, pueden y
deben ponerse de acuerdo en los elementos esenciales de un acuerdo justo y
eficaz y, sobre todo, en un calendario firme para que ese acuerdo se convierta
en tratado. Deberían imponerse
como plazo la reunión de la ONU sobre el clima que se celebrará el
próximo mes de junio en Bonn. Como dice un negociador: "Podemos ir a la
prórroga, pero no podemos permitirnos el lujo de volver a jugar el
partido".
El núcleo del
acuerdo debe ser un pacto entre los países ricos y los países en vías de
desarrollo que aborde cómo se va a repartir la carga de luchar contra el cambio
climático y cómo vamos a compartir algo que ahora es muy valioso: el billón
aproximado de toneladas de carbono que podemos emitir antes de que el mercurio
ascienda a niveles peligrosos.
Las naciones
ricas son aficionadas a señalar la verdad aritmética de que no puede haber
solución hasta que algunos gigantes en vías de desarrollo como China tomen
medidas más radicales que hasta ahora. Pero el mundo rico es responsable de la
mayor parte del carbono acumulado en la atmósfera, tres cuartos del dióxido de
carbono emitido desde 1850. Ahora tiene el deber de tomar la iniciativa, y cada
país desarrollado debe comprometerse a serias reducciones que disminuyan sus
emisiones a un nivel muy inferior al de 1990 de aquí a 10 años.
Los países en vías
de desarrollo pueden destacar que no son ellos los causantes del grueso del
problema y que las regiones más pobres del mundo van a ser las más afectadas.
Pero van a contribuir cada vez más al calentamiento y, por consiguiente,
también ellos deben comprometerse a emprender acciones significativas y
cuantificables. Aunque no han llegado a lo que algunos esperaban, los recientes
compromisos de los dos mayores contaminantes del mundo, Estados Unidos y China,
han sido pasos importantes en la debida dirección.
La justicia
social exige que el mundo industrializado rebusque en su cartera y se
comprometa a dar dinero para ayudar a los países más pobres a adaptarse al
cambio climático y a suministrarles tecnologías limpias que les permitan tener
un crecimiento económico sin aumentar sus emisiones.
También es
preciso fijar la arquitectura de un futuro tratado, con una rigurosa vigilancia
multilateral, recompensas justas a cambio de la protección de los bosques y la
evaluación creíble de la "exportación de emisiones" para que la carga
acabe repartiéndose de forma más equitativa entre quienes fabrican productos
contaminantes y quienes los consumen. Y la justicia exige también que la carga
que corresponda a cada país desarrollado tenga en cuenta su capacidad de soportarla;
por ejemplo, los miembros más nuevos de la UE, a menudo, mucho más pobres
que "la vieja Europa", no deben sufrir más que sus socios más ricos.
La
transformación será cara, pero mucho menor que la factura de rescatar al sector
financiero mundial, y mucho menos costosa que las consecuencias de no hacer
nada.
Muchos de
nosotros, sobre todo en los países desarrollados, tendremos que cambiar nuestro
estilo de vida. La era de los vuelos que cuestan menos que el trayecto en taxi
al aeropuerto se acerca a su fin. Tendremos que comprar, comer y viajar de
forma más inteligente. Tendremos que pagar más por nuestra energía y utilizarla
menos.
Pero el paso a
una sociedad que emita poco carbono ofrece la perspectiva de más oportunidades
que sacrificios. Ya hay algunos países que han reconocido que hacer esa
transformación puede aportar crecimiento, puestos de trabajo y mejor calidad de
vida. El flujo de capitales es un dato significativo: el año pasado, por
primera vez, se invirtió más en formas renovables de energía que en producir
electricidad a partir de combustibles fósiles.
Para librarnos de nuestra adicción al carbono en
sólo unas décadas serán necesarias proezas de ingeniería e innovación
comparables a las más grandes de nuestra historia. Pero, mientras que la llegada del hombre a la Luna o la
división del átomo surgieron del conflicto y la rivalidad, la carrera del
carbono debe nacer de un esfuerzo de colaboración para lograr la salvación
colectiva.
La victoria
sobre el cambio climático exigirá un triunfo del optimismo sobre el pesimismo,
de la visión de futuro sobre la estrechez de miras, de lo que Abraham Lincoln
llamó "los ángeles buenos de nuestra naturaleza".
Ése es el ánimo
con el que periódicos de todo el mundo hemos firmado conjuntamente este
editorial. Si nosotros, con puntos de vista nacionales y políticos tan
diferentes, podemos ponernos de acuerdo sobre lo que hay que hacer, seguro que
nuestros dirigentes también son capaces de hacerlo.
Los políticos presentes en Copenhague tienen el
poder de determinar cómo nos juzgará la historia: una generación que vio un
reto y le hizo frente, o una tan estúpida que vio el desastre pero no hizo nada
para evitarlo. Les rogamos que tomen la decisión acertada.
Este artículo lo
suscriben los siguientes periódicos: Süddeutsche Zeitung (Alemania),Gazeta
Wyborcza (Polonia), Der Standard (Austria), Delo (Eslovenia), Vecer(Eslovenia)
Zimbabue Botsuana (Suráfrica) (Suráfrica), Dagbladet Information(Dinamarca),
Politiken (Dinamarca), Dagbladet (Noruega), The Guardian (Reino Unido), Le
Monde (Francia), Libération (Francia), La Repubblica (Italia), EL
PAÍS (España), De Volkskrant (Holanda), Kathimerini (Grecia), Publico
(Portugal), Hurriyet(Turquía), Novaya Gazeta (Rusia), Irish Times (Irlanda), Le
Temps (Suiza), Economic Observer (China), Southern Metropolitan (China),
CommonWealth Magazine(Taiwan), Joongang Ilbo (Corea del Sur), Tuoitre
(Vietnam), Brunei Times (Brunei),Jakarta Globe (Indonesia), Cambodia Daily
(Camboya), The Hindu (India), The Daily Star (Bangladesh), The News (Pakistán),
The Daily Times (Pakistán), Gulf News(Dubai), An Nahar (Líbano), Arabic Gulf
Times (Qatar), Maariv (Israel), The Star(Kenia), Daily Monitor (Uganda), The
New Vision (Uganda), Zimbabwe Independent(Zimbabue), The New Times (Ruanda),
The Citizen (Tanzania), Al Shorouk (Egipto),Botswana Guardian (Botsuana), Mail
& Guardian (Suráfrica), Business Day (Suráfrica),Cape Argus (Suráfrica),Toronto
Star (Canadá), Miami Herald (EE UU), El Nuevo Herald (EE UU), Jamaica Observer
(Jamaica), La Brújula Semanal (Nicaragua), El Universal (México),
Zero Hora (Brasil), Diario Catarinense (Brasil), Diaro Clarín(Argentina).
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