La revuelta contra el exceso está aquí, la vuelta a
lo sencillo y la búsqueda de la felicidad mediante la calidad de vida están
marcando tendencias como el denominado downshifting (frenar en la profesión
para vivir más conscientemente) y los nuevos patrones de consumo responsable:
la corriente Lohas (acrónimo en inglés de estilo de vida sano y sostenible,
Lifestyle of Health and Sustainability), formada por personas que orientan su
consumo hacia la salud y la sostenibilidad; y el movimiento Lovos (Lifestyle of
Voluntary Simplicity), que anima a consumir lo básico.
Son segmentos
del mercado para los que hay una oferta cada vez mayor; pues abarcan desde la
alimentación (productos bio y comercio justo), los electrodomésticos de bajo
consumo y los paneles solares hasta la medicina alternativa, el yoga y el
ecoturismo. En EE UU y en Japón se calcula que con el concepto Lohas se puede
alcanzar a una cuarta parte de la población.
Según los
investigadores alemanes Andreas Giger y Matthias Horx, que estudian megatendencias
socioeconómicas para empresas europeas, el motor de este fenómeno son el anhelo
de una mayor calidad de vida - sobre todo en el ámbito de las relaciones
familiares -, la crítica hacia trayectorias profesionales que queman, el
extremo bullicio informativo y la gran complejidad tecnológica.
El actual
downshifting no tiene nada de nuevo. “Disfruto viendo la cantidad de cosas que
no necesito”, comentó hace más de dos milenios Sócrates al darse una vuelta por
el mercado de Atenas. Pero está marcando las tendencias del consumo y del
trabajo.
Trabajar menos, vivir más. “El fenómeno
downshifting electriza a mucha gente que ha alcanzado elevadas posiciones en su
profesión", comenta
Gerhard Matzig, del diario alemán Süddeutsche Zeitung. ¿Cómo se suele medir el
éxito? ¿Casa, coche, reloj, yate, caballos, marca de gafas, corte de pelo...?
Los ejecutivos alemanes suelen citar dos marcas cuando se les consulta por sus
intereses: Rolex y Porsche, seguidos de familia, tiempo libre y estudio de
idiomas, según la última encuesta del semanario Wirtschaftswoche.
Son respuestas muy contradictorias. Por eso, los
investigadores se preguntan si la tendencia a desacelerar profesionalmente y
vivir más conscientemente es un fenómeno relevante. El concepto downshifting fue lanzado por el
teórico de la psicología de la gestión económica Charles B. Handy, de la
London BusinessSchool. En su obra La trampa del desarrollo: darle sentido al
futuro, describe al hombre actual entre "libertad, obligaciones y búsqueda
de sentido". Éste y otros libros como Downshifting, vivir más, trabajar
menos, de John D. Drake (Ediciones Paidós Ibérica) se han convertido en best
sellers.
Según la
periodista y filósofa, Patricia Aburdene (Boston, 1947), autora de
Megatendencias 2010, el surgimiento del capitalismo consciente (Editorial
Norma), “la búsqueda de
espiritualidad, una llamada interior que empieza a sentir una minoría cada vez
más numerosa de la sociedad actual, transformará poco a poco las empresas”.
En su obra muestra también la tendencia global de los consumidores a favor de
las compañías que comparten sus valores y estilo de vida.
Tampoco los
consorcios internacionales son indiferentes a estas corrientes y prometen
flexibilidad laboral para reclutar al talento joven que no quiere sacrificar su
vida privada. Según un estudio de London School of Economics (realizado por
encargo de la fundación británico-germana Deutsch-Britische Stiftung für das
Studium der Industriegesellschaft), las empresas que ofrecen mayores
posibilidades de conciliación - trabajo compartido, teletrabajo, horarios
flexibles, servicios guardería, etc. - ni ganan ni pierden productividad. Pero
las empresas necesitan a los mejores y estos exigen calidad de vida.
“No se trata sólo de trabajar y rendir. En Booz
Allen Hamilton nadie debe trabajar siempre ni tampoco ser esclavo de la
empresa. Sabemos que la gente quiere también tiempo libre y compaginar trabajo
y familia. Y eso lo apoyamos desde nuestra compañía. También en relación con nuestros
clientes”. Lo dice Ralph Shrader, CEO de Booz Allen Hamilton. Matthias Horx,
director del instituto de investigación del futuro Zukunftsinstitut de Kelkheim
(Alemania), afirma incluso que los estudios sobre la felicidad se introducirán
pronto en las ciudades, en las regiones e incluso en las empresas, en las que
habrá algo así como wellness para el alma en los puestos de trabajo.
Llega la
“happyología”.
Yo quiero ser feliz, tú quieres ser feliz, todos
queremos ser felices. La búsqueda de la felicidad y la denominada happyologia
-una nueva disciplina social que estudia la felicidad- se han convertido en una
fuerte tendencia sociocultural registrada por el investigador alemán Matthias
Horx en su informe anual de tendencias 2007.
“¿Cuáles son las bases de la felicidad?, ¿cómo se puede alcanzar una vida plena y
aumentar la competencia personal para ser feliz?”, se pregunta el experto en
cambios socioculturales y fundador del instituto de investigación del futuro
Zukunftsinstitut de Kelkheim (Alemania). “En torno a este tema se está
estableciendo una disciplina, de la que vamos a oír más todavía en los próximos
años”.
Porque la felicidad es medible. Existe, por ejemplo, un world happiness
index, un barómetro de la felicidad en el mundo. Y, según Matthias Horx, este
barómetro se aplicará en el futuro a ciudades, regiones y empresas. “En el
núcleo de la competencia para ser feliz se encuentra una filosofía de vida
basada en las capacidades potenciales del individuo. En el futuro, la economía
y el ser humano abordarán este tema desde distintas perspectivas”. Y la
búsqueda de esa paz modificará los patrones de gasto.
El boom de la espiritualidad llega a todos los
rincones.
La eterna búsqueda del sentido de la vida resurge
con fuerza. En las calles europeas se encuentran cada vez más espacios de
descanso espiritual.
Estadios de
fútbol, aeropuertos, estaciones de ferrocarriles, parques de ocio y centros
comerciales europeos ofrecen áreas de silencio. El aeropuerto de Fráncfort
y la Feria de Múnich disponen de diferentes espacios para cristianos,
judíos y musulmanes. Y el aeropuerto de Bruselas, centros de plegarias
separados para católicos, protestantes, ortodoxos, judíos, musulmanes y un
centro de meditación "para humanistas". Todos ellos muy frecuentados,
según datos recogidos por el diario muniqués Süddeutsche Zeitung, que habla
incluso de “un verdadero boom de chill-out espiritual”.
La primera
iglesia en un estadio de fútbol alemán se creó en 2001 en Gelsenkirchen. En
2006 se inauguró la capilla del estadio olímpico de Berlín, esbozada por
Volkwin Marg, en cuyas paredes se puede leer el Padrenuestro en dieciocho
idiomas.
Y en 2007 se
abrieron las iglesias ecuménicas del Commerzbank en Fráncfort y del mayor
espacio comercial europeo, llamado Centro, en Oberhausen (también en Alemania).
Espacios de
meditación “multirreligiosos, multifuncionales o universales” (calificativos de
Sabine Kraft, historiadora y autora del libro Räume der Stille, Espacios de
silencio) son las aulas de reflexión y descanso del Reichtstag de Berlín, la
sede del Parlamento Federal, y de la estación de ferrocarriles de Hamburgo o el
centro de meditación The United Nations Meditation Room, de la sede de Naciones
Unidas en Nueva York.
Políticos y altos ejecutivos que bajaron el ritmo.
La corriente del
downshifting (hacer un parón en la vida profesional para vivir con más calma)
es una tendencia silenciosa que lleva años dando fruto. Tanto políticos como
altos ejecutivos de distintos países del mundo han dado más de una sorpresa al
anunciar a la opinión pública su retirada del mundanal ruido o, al menos, su
dedicación a una actividad más enriquecedora.
Fue el caso del
magnate Bill Gates, fundador de Microsoft, quien el 16 de junio de 2006 hizo
pública su intención de abandonar paulatinamente sus labores diarias al frente
de la compañía para dedicarse por entero a su fundación y a la filantropía.
Otro ejemplo clásico es Warren Buffett, quien el
año pasado ocupó el segundo lugar dentro de las mayores fortunas personales del
mundo, según la revista Forbes. Buffett, que ha donado el 80% de su fortuna, ha
vivido siempre en una pequeña y modesta vivienda en Omaha que adquirió cuando
se casó hace 50 años. Dice que tiene todo lo que necesita en esa casa.
Steve Wozniak,
cofundador de Apple, vive retirado enseñando nuevas tecnologías a sus hijos y a
los amigos de sus hijos, además de a profesores de su localidad, Los Gatos
(California). El hombre que inventó el ordenador personal, retirado desde los
30 años, se dedica exclusivamente a la enseñanza altruista. “Tengo todo lo que
necesito. Por mucho que gaste no me lo puedo acabar. Hay que disfrutar de la
vida, de la familia”, ha manifestado en más de una ocasión. Desde su hogar en
Los Gatos, Wozniak se dedica a enseñar informática a los niños, a invertir con
prudencia su dinero y a
llevar una vida “tranquila, sencilla y con árboles”. La dimisión de
Rodrigo Rato al frente del FMI “por razones personales” es otro ejemplo de esta
corriente. Rato ha cambiado su posición en la institución financiera por una
suculenta, pero menos expuesta a la opinión pública, dirección general en el
banco de inversión Lazard.
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