Cuenta la historia que cierto día Nasrudín, famoso personaje en los cuentos musulmanes de
los sufíes, fue al mercado a comprar dulces.
Llegó allá, apreció
las variadas mercancías, aspiró todos los olores, vio todos los colores
y saludó a los amigos.
En su paseo encontró a una
mujer que ofrecía algo como ciertos dulces que él no conocía y, sin preguntar nada, compró una
buena cantidad.
En realidad había comprado unos chiles muy picantes y Nasrudín se sentó en un parque a comerlos.
Eran fuego en sus labios, en la boca y en todo el cuerpo, lo llevaron a estornudar, a revolcarse, y llenaron de lágrimas sus ojos.
Sin embargo nuestro hombre seguía comiéndolos hasta que alguien que lo había observado le dijo: ¿Acaso estás loco? ¿No sabes que el chile se dosifica?
Y Nasrudín reconoció
que él creía haber comprado dulces. Bueno y ¿entonces por qué no los
dejas?, le dijo el otro.
Porque invertí en ellos buen dinero, no acepto perder y no los voy a botar.
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