Dios
mío. Tú me ayudas a enfrentar los desafíos de la vida con una esperanza
inconmovible.
Contigo no soy un ser consumido, porque tu Espíritu me da fuerzas y un
ímpetu arrollador.
Me sacas del mar de lo irremediable, me muestras que la vida no es
absurda, eres mi apoyo y mi coraza.
A veces me asedian las dudas pero contigo as pongo a raya
y siento que la fe y el
amor me vuelven invulnerable.
Señor, me das la fe de Abraham, la entrega del profeta
Elías, el coraje de David ante Goliat, la paciencia de Job, la fe de María.
Si, Padre bueno, jamás me desamparas y me sostienes firme en medio de las
peores tempestades.
En una perspectiva de eternidad los golpes más fieros no
cuentan porque la vida no
acaba con la muerte.
Todo
se pasa y encuentra su lugar en tu plan divino, aunque la vida se
muestre como una suma de paradojas. Gracias, en ti confío.
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