Las
situaciones, conflictos y problemas que vivimos durante la infancia, no siempre
se quedan enterrados en el pasado. De hecho, muchas de esas vivencias se quedan
enquistadas en lo más profundo del inconsciente y desde ahí ejercen su
influencia sobre nuestra vida cotidiana, aunque la mayoría de las veces ni
siquiera somos conscientes de ello.
Cuando sufrimos un trauma o una herida emocional, el niño
que aún vive dentro de nosotros, continúa respondiendo como si estuviera en
peligro, por lo que nos impide dar respuestas adaptativas, adecuadas a nuestra
edad y nivel de madurez.
En
práctica, ante determinadas situaciones, ese niño asustado, humillado o
abandonado, toma el control. Por supuesto, en esos casos, puede hacer más daño
que bien.
Los
problemas vividos de los 0 a los 7 años con nuestros padres explican en un alto
grado cómo será nuestra futura calidad de vida y cómo ello influirá en nuestro
bienestar y ante nuestras dificultades. Es aquí donde se generan 5 tipos
de personalidad partiendo de las 5 heridas de la infancia básicas: injusticia,
rechazo, abandono, traición y humillación. Así, de alguna forma, a partir de
estas 5 heridas emocionales o experiencias dolorosas de la infancia, conformaremos
una parte de nuestra personalidad.
Si
tuviste dificultades con tu progenitor de sexo contrario, tendrás
dificultad para recibir amor, mientras que si tu progenitor del mismo sexo no
ha sido un buen modelo, tendrás dificultad para expresar amor y amarte a ti
mismo. Y esas dificultades, con toda probabilidad, se perpetúan en la edad
adulta a no ser que sean sanadas.
La
Teoría del Apego
Para comprender el efecto que los traumas y las heridas
infantiles tienen en nuestra vida como adultos, debemos adentrarnos en la
teoría del apego. Según esta, para entender el tipo de relaciones que
establecemos en la adultez, es imprescindible mirar hacia atrás, hacia las
relaciones que establecimos con nuestros padres o figuras importantes.
Según
la teoría del apego, el comportamiento de los padres y las relaciones afectivas
que establezcan con sus hijos, tienen profundas implicaciones en la forma en
que los niños reaccionarán en el futuro. Esa relación afectiva
sobrevivirá a lo largo del tiempo ya que es la base sobre la cual formamos
nuestro “yo”. De hecho, en base a esa relación, construimos una serie de
modelos internos que nos orientan y nos permiten interpretar el medio.
Heridas
Cuando
esa relación ha generado un apego seguro, existen grandes probabilidades de que
nos convirtamos en personas abiertas y seguras de sí mismas. Cuando ese
apego es evitativo, ambivalente o desorganizado, tendremos una visión
distorsionada y negativa del mundo y de nosotros mismos, por lo que, a la
larga, tendremos que afrontar más conflictos y no poseeremos los recursos
psicológicos necesarios para hacerles frente.
Por
supuesto, las heridas emocionales de la infancia no son un fardo que debemos
arrastrar por siempre, pero es importante aprender a reconocerlas porque solo
de esa forma, podremos sanarlas y continuar adelante.
Las heridas infantiles que más duelen en la adultez
1.
El Rechazo
Es
una herida muy profunda que cuando la sufres, te sientes rechazado en tu
interior y vives una idea equivocada respecto al derecho a existir. Se
origina y es mucho más intensa cuando es producida por el progenitor del mismo
sexo. Suele suceder cuando el bebé llega por sorpresa y en la primera etapa del
proceso uno o los dos progenitores lo viven como un fastidio en ese preciso
momento, o bien porque existe verdadero rechazo por parte de uno de ellos.
El
miedo al rechazo surge tan pronto como el niño se da cuenta de que es una
persona independiente de sus padres, aproximadamente a los dos años de
edad. En ese momento, el niño comienza a buscar activamente la aceptación de
las figuras que son importantes para él. Si estas personas le rechazan, se creará una herida
emocional difícil de cicatrizar ya que genera la creencia de que no es
suficientemente bueno ni digno de ser amado. Su principal conducta es la de
huidizo.
El rechazo en la infancia provoca la descalificación
hacia uno mismo y genera una baja autoestima. Los pensamientos principales son de rechazo, miedo a
fracasar, de No ser deseado y que necesitan imperiosamente la aprobación de los
demás. “No sirvo para nada”, “lo que digo no le importa a nadie”, “no sé para
que participo”, “no tengo capacidad para hacer esto”, “soy malo para esto”,
“nadie me escucha”.
Tiende
a huir de las situaciones desagradables. No es muy partidario a
socializar y tiende a abandonar lo que inicia. No se apega a las cosas ni a las
personas. Considera sus relaciones y su dinero útiles aunque no le generan
placer.
¿Cómo
sanar esta herida?
Comienza
a valorar tus habilidades positivas y logros. Poco a poco, atrévete a
arriesgar y tomar decisiones por ti mismo. Te darás cuenta que a medida que
ganas seguridad, la opinión de los demás deja de condicionarte. De esta forma,
comenzarás a vivir más plenamente, haciendo lo que de verdad te gusta y
apasiona.
2.
El Abandono
Los niños necesitan a otras personas para crecer, solo a
través de ese contacto se forma adecuadamente su personalidad. Sin embargo, si
sus padres siempre han estado ausentes la mayoría del tiempo, que trabajan todo
el día o ante la llegada de un nuevo hermano, aunque sea desde el punto de
vista emocional, ese niño se sentirá abandonado, no tendrá un apoyo a quien
recurrir cuando lo necesite. También sucede cuando te aíslan en una parte de la
casa la mayor parte del tiempo. Es mucho más intenso cuando se vive con el
progenitor del sexo opuesto. Sus
pensamientos son de aislamiento, de abandono y de víctima. Se orientan en un
alto grado hacia la soledad. Su principal conducta es la de dependiente.
Por eso, las personas que han vivido experiencias de
abandono en su infancia, suelen ser inseguras y desarrollan una dependencia
emocional, basada en un profundo miedo a que les vuelvan a abandonar. “No estoy
dispuesto a soportarlo más”, “nadie me apoya en esto”, “nadie me ayuda”,
“prefiero estar solo”, “tú verás lo que haces”, “si abandonas no vuelvas”. Son
sus modos de comunicarse ante un problema.
Su
mayor temor es la soledad y no soporta estar a solas consigo mismo; al final
acaba estando solo. Es retraído, no le gusta el contacto con los demás, genera
un verdadero drama ante una mínima situación sin importancia, solicita y busca
el apoyo de los demás ante los conflictos.
¿Cómo
sanar esta herida?
La
herida causada por el abandono no es fácil de curar. Así, tú mismo serás
consciente de que ha comenzado a cicatrizar cuando el temor a los momentos de
soledad desaparezca y en ellos empiece a fluir un diálogo interior positivo y
esperanzador. Es
importante que aprendas a estar a gusto contigo mismo. No es necesario que
siempre tengas a personas a tu alrededor, a veces, la soledad es buena
consejera. Recuerda que a lo largo de la vida, nos encontramos con
muchas personas y es normal que en cierto punto nuestros caminos se separen.
Aprende a abrazar los cambios y desarrolla una visión optimista de las
relaciones interpersonales, es posible que al doblar de la esquina haya alguien
fabuloso esperando conocerte.
3.
La Humillación
Se
ha demostrado que el rechazo y la humillación social, no solo provocan
sufrimiento sino un dolor a nivel físico ya que esta sensación comparte los
mismos circuitos cerebrales que el dolor. La humillación ya resulta
difícil de sobrellevar para un adulto, por lo que para un niño puede ser una
herida atroz. De hecho, es probable que aún recuerdes un hecho de tu infancia
en el que te sentiste humillado. Si esa situación se repite con frecuencia, es
probable que la persona termine desarrollando un mecanismo de defensa que la
convierta en un ser tiránico y egoísta, se trata de una coraza para defenderse
de humillaciones futuras.
Ocurre
en cualquier ámbito durante la infancia. Se da en las situaciones
repetitivas en las que te avergüenzan, te gritan, te humillan y te comparan. Se
genera tanto en el entorno familiar como en el entorno social. Se hace más
fuerte cuando estas conductas provienen de la madre.
Los
principales pensamientos son de abandono, de comparación y de rebajarse a los
demás (soy una basura). Los procesos mentales se enfocan en querer poner
solución a los problemas de los demás abandonando los intereses propios, cosa
que hace justificar y reafirmar su humillación. La conducta principal es de
dependiente.
Es
orgulloso, rígido y masoquista (generando cierto placer en el sufrir). Necesita
estar atado a otras personas y cargar con los problemas de los demás. No
lo merezco, no soy digno, soy muy poca cosa para esto, no tiene importancia.
¿Cómo
sanar esta herida?
En
este caso, es importante aprender a perdonar. Solo cuando dejamos ir el
rencor que hemos guardado durante años, podemos encontrar nuestro verdadero
“yo”, que no es un niño asustado que necesita defenderse sino un adulto seguro
de sí, que conoce sus capacidades y no duda en defender sus derechos de forma
asertiva.
4.
La Traición
Una
de las cosas que no perdonan los niños, es haber sido traicionados, sobre todo
por sus padres. Sin embargo, se trata de una situación bastante común ya
que muchos padres hacen promesas que luego no cumplen. De esta forma, generan
en el niño la idea de que el mundo es un sitio poco fiable. Surge en la
infancia cuando el niño se siente traicionado por alguno de sus progenitores.
La manera principal de traición es cuando sus padres no suelen cumplir las
promesas que hacen al hijo. Se
intensifica cuando la conducta se sufre con el progenitor del mismo sexo.
Sin embargo, si no logramos confiar en las personas, nos
convertimos en ermitaños, aislados del mundo, que nunca podrán lograr nada y
que se sentirán profundamente solos. Estas personas normalmente se comportan de
manera fría, intentan construir un muro en sus relaciones interpersonales y no
dejan que los demás entren en su intimidad.
Los
principales pensamientos son de traición lo que genera que deriven en sentir
envidia de los demás por no merecer lo que tienen. Suelen ser muy
rígidos con la consecuencia de ser difícil poder cambiar la manera de pensar.
La principal conducta es la de controlador.
Le gusta tener el control sobre los demás para así evitar
ser traicionado. Su
carácter es fuerte para justificar su capacidad de control y le gusta manejar
grupos. Suele confirmar sus principales temores provocando que se
produzcan. Los mayores miedos del controlador son el disociarse de sí mismo y
separarse o perder a su pareja.
¿Cómo
sanar esta herida?
El
hecho de que las personas en las que debías confiar te hayan defraudado, no
significa que todos lo harán. Para construir relaciones sólidas, es necesario
dejar entrar a los demás en tu vida y confiar en ellos. Solo cuando eres capaz
de entregarte, los demás se entregarán a ti.
5.
La Injusticia
Se
origina en un entorno en el que los progenitores son fríos en sus relaciones y
de conductas severas. Ocurre en la infancia cuando comenzamos a vivir
nuestra integridad como persona. Los padres comienzan a exigir demasiado al
hijo. Es más fuerte si el origen es con el progenitor del mismo sexo. Suelen
ser estrictos consigo mismos y tener pensamientos de comparación con los demás
y con ciertos indicios de auto-sabotaje. Buscan la exactitud. No es posible que
otros tengan lo que a mí me ha costado tanto trabajo, son pensamientos que
suelen rondar por su cabeza.
Hace poco se descubrió que los niños muy pequeños, de
apenas 15 meses, ya tienen un sentido de la justicia lo suficientemente desarrollado
como para catalogar una situación como desigual o igualitaria. Por eso, recibir
una educación en la que han sido víctimas de injusticias constantes, lacera
profundamente su “yo”, transmitiéndoles la idea de que no son merecedores de la
atención de los demás.
Un
adulto que sufrió injusticias de niño puede convertirse en una persona insegura
o, al contrario, en alguien cínico que tiene una visión pesimista de la vida.
Esta persona tendrá problemas para confiar en los demás y establecer relaciones
porque, inconscientemente, piensa que todos le tratarán mal. Su principal
conducta es la rigidez.
Intentan
ser muy importantes y proyectar fuerza y poder. Fanáticos del orden y de
conducta perfeccionista Solo confían en sí mismos., les cuesta tomar acción, le
gusta dar órdenes y dirigir. “Justamente eso es lo que quiero”,
“exactamente es lo que debes hacer”, “creo que es justo, estás de acuerdo
conmigo”.
¿Cómo
sanar esta herida?
Es
importante aceptar que las injusticias que se hayan cometido en la infancia, no
tienen por qué repetirse en la adultez. Comprende que ahora cuentas con
otros recursos para hacer valer tus derechos y recibir un trato mucho más
justo.
Ahora que ya conoces las 5 heridas de la infancia que
pueden estar afectando a tu bienestar y sus personalidades asociadas. ¿Con
cuáles de ellas te caracterizaste?. Analizar estos tipos de conductas y
reconocerlos en nosotros mismos es el primer paso para sanarlos. ¿Qué vas a
hacer ahora?.
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