Cuando
los científicos descubrieron los antibióticos químicos a mediados del siglo 20,
los médicos esperaban que estos nuevos medicamentos eliminaran algunas
enfermedades. Al principio parecía que iba a ser así. Pero su utilización
generalizada ha llevado a que las bacterias se hagan resistentes a los
antibióticos.
Algunos
científicos están recurriendo a métodos de prevención del pasado para encontrar
nuevas armas contra las infecciones. Uno de estos es aprovechar los beneficios
del sol y el aire.
Una lección del pasado
Inglaterra tuvo varios pioneros en la defensa de las
propiedades curativas del sol y el aire fresco. El médico John Lettsom
(1744-1815) recetó aire
marino y sol para los niños que sufrían de tuberculosis. En 1840, el
cirujano George Bodington notó que las personas que trabajaban al aire libre,
como granjeros, agricultores y pastores, por lo general no se enfermaban de
tuberculosis, mientras que todos los que pasaban la mayor parte del tiempo en
espacios cerrados eran más propensos a padecerla.
Florence Nightingale (1820-1910) se hizo famosa por los
revolucionarios trabajos de enfermería que realizó al cuidar a soldados
británicos heridos durante la guerra de Crimea. En una de sus obras preguntó: “¿Han entrado en los dormitorios
de cualquier persona [...] de noche antes de que sean abiertas las ventanas por
la mañana, y han encontrado un aire que no sea malsanamente cerrado y
asqueroso?”. También recomendó que el aire de la habitación debía
mantenerse tan puro como el aire de fuera, sin que el paciente se enfríe.
Además, añadió: “La conclusión incondicional de toda mi experiencia en el trato
con los enfermos es que [...] después de su necesidad de aire fresco está la de disponer de luz
[...]. No es solamente luz
lo que quieren, sino luz del sol”. Muchos en aquel tiempo también creían
que poner las sábanas y la ropa al sol contribuía a la buena salud.
La
ciencia ha avanzado mucho desde aquellos años. Aun así, algunos estudios
recientes han llegado a conclusiones parecidas. Por ejemplo, una investigación
llevada a cabo en China en el 2011 descubrió que en los dormitorios universitarios abarrotados y con
poca ventilación se propagan más fácilmente las infecciones respiratorias.
La Organización Mundial de la Salud reconoce que permitir
que el aire fresco entre en los edificios es importante para el control de las
infecciones. De hecho, los manuales publicados en 2009 recomiendan la ventilación natural como medida
eficaz para reducir el riesgo de infecciones en los centros de salud.*
Desinfectantes
naturales
Los estudios hechos en un centro del Ministerio de
Defensa del Reino Unido nos dan algunas respuestas. Los científicos querían saber cuánto tiempo
sobrevivirían en el aire las bacterias mortales de una bomba biológica,
si una de estas explotara sobre Londres. Para averiguarlo, los investigadores
aseguraron microorganismos E.coli a hilos de tela de araña y los dejaron al
aire libre. El experimento
se realizó de noche, ya que se sabía que el sol mata a esas bacterias.
¿Cuáles fueron los resultados de la prueba?
Unas
dos horas después, casi todas las bacterias estaban muertas. En cambio, la
mayoría sobrevivió cuando las pusieron en una caja cerrada en el mismo lugar y
a la misma temperatura y humedad. Por lo visto, algo ocurre en el aire
libre que mata a los gérmenes, pero que no se ha podido definir con exactitud.
Sin embargo, los investigadores apuntan a un compuesto que existe en el aire y
“actúa como un desinfectante natural que elimina los gérmenes latentes en la
atmósfera”.
La
luz solar también tiene propiedades desinfectantes. La publicación
científica Journal of Hospital Infection explica que “la mayoría de los microbios que transmiten
infecciones por el aire no tolera la luz del sol”.
¿Cómo puede usted sacar provecho de todo esto? Salga fuera, tome el sol con
moderación y respire aire fresco. Seguro que le sentará bien.
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