Ninguna
emoción es mala, es necesaria, y todo fluye si la amas, la aceptas y eliges
aprender algo valioso de ella.
Jamás
pelees con el miedo, la culpa, el rencor o la tristeza, ya que están contigo
para enseñarte algo y para que hagas buenos cambios.
Saluda
cada emoción, decide abrazarla con amor, relájate, ora e imagina como la
envuelves con una luz divina que es radiante.
Libera esa emoción y hazte preguntas como estas: ¿Qué me
enseñas? ¿Qué me conviene cambiar? ¿En qué necesito mejorar?
El miedo, por ejemplo, es un amigo que te previene de
algún peligro o simplemente te invita a confiar sin titubeos.
No
es tu enemigo, es un regalo, es una oportunidad para examinar tu
conducta y centrarte más en el amor y tener una fe firme.
Un sabio Maestro Espiritual dijo: “El miedo es el motor de la vida y te enriquece si
lo sabes manejar y no batallas con él”.
Muchas buenas cosas han surgido del miedo y si no fuera
por él no tendríamos el
fuego y hogares para abrigarnos y sentirnos protegidos.
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