Cuando uno está preso, con penalidades
o abatido, no es nada fácil permanecer sereno, positivo y con los sueños vivos.
Un prisionero, un enfermo o una persona
en duelo pueden reanimarse recordando que también San Pablo estuvo en la cárcel.
Su
delito fue predicar el evangelio y fue a prisión en el año 56 en Éfeso, y en
Roma en el año 60.
Desde
la cárcel de Éfeso envía una hermosa carta a los Filipenses en la que muestra
que su espíritu sigue libre y en lo alto.
En esta
breve carta hay un pasaje
que conviene meditar y aplicar para mantener vivos el amor, la fe y la
esperanza:
“Pónganse de acuerdo y estén unidos en
el amor, con una misma alma y un mismo proyecto.
No hagan nada por rivalidad o
vanagloria y tengan la humildad de creer que los otros son mejores.
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