El tema de la venida de Cristo es el
tema principal de diecisiete libros del Antiguo Testamento y de dos en el Nuevo. Además, alguien ha
calculado que uno de cada
veinticinco versículos del Nuevo Testamento habla de su retorno al planeta
tierra. Las siguientes tres promesas muestran cuán importante es este
evento en el pensamiento de los autores del Nuevo Testamento.
Justo antes de su crucifixión, Jesús
animó a sus discípulos con una promesa que ha sido muy amada por los cristianos
desde entonces. Dijo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed
también en mi. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo
os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y
os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mi mismo, para que donde yo
estoy, vosotros también estéis” (S. Juan 14:1-3).
Juan
registró que Jesús dijo: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno
según sea su obra” (Apocalipsis 22:12).
¿Cómo
se describe la segunda venida de Jesús? Consideremos algunas pocas
declaraciones relacionadas con este evento. Según La Biblia, cuando Jesús
regrese a este mundo, vendrá:
Con todos los ángeles (S. Mateo 24:31;
25:31; S. Marcos 8:38);
Con poder y gran gloria (S. Mateo 24:30; S.
Marcos 13:26; S. Lucas 2 1:27);
Con voz de mando (1 Tesalonicenses
4:16);
Con voz de arcángel (1 Tesalonicenses
4:16);
Con gran sonido de trompeta (S. Mat.24:31; 1
Corintios 15:52; 1 Tes. 4:16);
En la gloria de su Padre (S. Mateo 16:27; 5.
Marcos 8:38; S. Lucas 9:26);
En su propia gloria (S. Lucas 9:26);
Con resplandor (2 Tesalonicenses
2:8);
En llama de fuego (2 Tesalonicenses
1:7,8);
Como el brillo de un relámpago (S. Mateo 24:27);
Visiblemente —todo ojo le verá (Apocalipsis 1:7).
Como Jesús vino literal, visible, y
personalmente en su primera venida, así también lo hará en su segundo
advenimiento.
Así
como su primera venida cumplió las predicciones bíblicas al pie de la letra, así será en la segunda.
Así como su afrenta en la cruz durante la primera venida fue literal y visible
para todos; así también su gloria en su segunda venida será visible para todos.
“He aquí que viene con las
nubes”, dice Juan “y
todo ojo le vera, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra
harán Lamentación por él” (Apocalipsis 1:7).
Los justos Le verán regresar (1 Corintios 1:7;
Hebreos 9:28) y también
los impíos (Mateo 24:30; Marcos 13:26; Lucas 21:27). Su regreso será audible
(Salmos 50:3; 5. Mateo 24:31; 1 Corintios 15:52; 1 Tesalonicenses 4:16). Regresará personalmente
(Hechos 1:11). Retornará
gloriosamente ( Marcos 13:26; Lucas 21:27). Y regresará antes del milenio (Mateo 24:36
39, 44; 1 Tesalonicenses
4:15 17; Apocalipsis 20:6).
Verdaderamente,
la segunda venida de
Cristo será un grande y glorioso evento para aquellos que lo reclaman
como su Salvador especialmente para aquellos que dejaron a sus seres amados en
el sepulcro con la esperanza de la mañana de la resurrección. Gracias a Dios, a
la voz del arcángel y la trompeta de Dios. Los muertos en Cristo serán resucitados (1
Tesalonicenses 4:16; 1 Corintios 15:22, 23, 52) y entonces serán reunidos con los justos vivos por los
ángeles de Dios (Mateo 24:31), desde “el extremo de la tierra hasta el
extremo del cielo” (Marcos 13:27).
En
ese momento los justos, con rostros radiantes, exclamarán: “¡He aquí, este es
nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y
nos alegraremos en su salvación!” (Isaías 25:9).
Sin
embargo, Otro grupo no
será tan afortunado. Aquellos que no aceptaron a Jesús como su Señor y
Salvador, experimentarán “el lloro” y el “crujir de dientes" (Lucas
13:28). Jesús advirtió: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces
lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del
cielo, con poder y gran gloria” (Mateo 24:30). Clamarán a las montañas y
a las rocas para que caigan sobre ellos y los escondan de la gloria del regreso
de Cristo (Apocalipsis 6:14,17).
En
este momento, los impíos
vivos, junto con el anticristo, serán destruidos por “el resplandor de su
venida” (2 Tesalonicenses 2:8). Esto dejará la tierra desolada, sin una persona, animal o ave
a quienes Satanás pueda atormentar, durante mil años, el milenio (véase
Jeremías 4:23,27). Sin embargo, de acuerdo con Jeremías 4:27, Dios no tiene la intención de
destruir por completo al mundo en ese momento. Los impíos que estén vivos
cuando Cristo regrese serán destruidos. Las ciudades quedarán en ruinas, los
viñedos y campos de cultivo se convertirán en secadales. Pero la destrucción
final del pecado y todo lo que esta relacionado con él, deberá esperar hasta el
final del milenio (véase Apocalipsis 20:7,9).
Cuando
este periodo de mil años termine, la santa ciudad de Dios la Nueva Jerusalén, descenderá del cielo
(Apocalipsis 21:2; 20:9), los
impíos serán resucitados para “resurrección de condenación” (S. Juan
5:29), y el juicio se llevará a cabo (2 Pedro 3:7; 2:4,9). Después de que Dios pronuncie la
sentencia (Apocalipsis 20:11,15), un intenso fuego cubrirá toda la tierra, quemará a los
impíos de todos los tiempos y los reducirá, junto con Satanás mismo, a cenizas
(véase Ezequiel 28:18 19; Malaquías 4:1,3).
Cuando Dios haya purificado nuestro
planeta con este baño de fuego (2 Pedro 3:10 13), entonces se cumplirá la promesa de Cristo:
“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”
(S. Mateo 5:5). En ese momento “el Señor Dios le dará de trono de David su padre; y reinará sobre la
casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (S. Lucas 1:32,
33).
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