El 12/10/1936
Estáis
esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de
permanecer en silencio. A veces,
quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser
interpretado como aquiescencia.
Quiero hacer algunos comentarios al discurso,
por llamarlo de algún modo, del profesor Maldonado, que se encuentra entre
nosotros. Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la
civilización cristiana, yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil.
Vencer no es convencer, y
hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar
para la compasión.
Dejaré de lado la ofensa personal que supone
su repentina explosión contra vascos y catalanes llamándolos anti España, pues
bien, con la misma razón pueden ellos decir lo mismo. El señor obispo lo quiera
o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona, y aquí está para enseñar la
doctrina cristiana que no queréis conocer. Yo mismo, como sabéis, nací en
Bilbao y llevo toda mi vida enseñando la lengua española, que no sabéis.
Acabo
de oír el necrófilo e insensato grito Viva la muerte. Esto me suena lo mismo que Muera la vida. Y
yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos
que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta
ridícula paradoja me parece repelente.
Como ha sido proclamada en homenaje al último
orador, entiendo que va dirigida a él, si bien de una forma excesiva y
tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. El
general Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un
tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes.
Pero los extremos no sirven
como norma. Desgraciadamente en España hay actualmente
demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto
habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general
Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de las masas.
Un mutilado que carezca de la grandeza
espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo
a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como he dicho, que no tenga esta
superioridad de espíritu es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo
cómo se multiplican los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray
desea crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia
imagen. Y por eso quisiera una España mutilada.
Éste es el templo de la inteligencia, y yo
soy su sumo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo
siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis,
porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que
os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis
en España. He dicho.
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