Un buen líder se concentra
en las fortalezas de las personas, no en sus debilidades.
El líder inspira, confía, sabe corregir, y aprovecha al máximo las
cualidades de las personas y los equipos.
Liderar es influir en otros
con el poder del buen ejemplo, la magia del carisma y la fuerza del amor y la
confianza.
Una de las mayores cualidades de un buen líder es lograr un equilibrio
en todas las áreas de la vida.
Es armonizar lo racional y
lo emocional, lo interior y lo exterior, lo material y lo espiritual.
Otras dos cualidades claves en un mundo cambiante son la humildad y la
flexibilidad.
Un líder no puede darse el
lujo de ser arrogante y brilla por su apertura al cambio y su adaptabilidad.
Su influencia es perdurable
cuando es espiritual y cuando es creativo y sabe reinventarse.
Siempre se mejora con un
buen trabajo en equipo, con la tremenda fuerza de la sinergia.
Sinergia es unir energías, es lograr que cada persona dé lo mejor en función de unas metas comunes.
Eso pide que un buen líder inspire confianza, una a los demás y sepa
ubicarlos en el cargo adecuado.
Una labor en equipo exige un ambiente agradable, planificar
correctamente y que todos estén motivados.
Cada persona debe estar bien,
sentirse acogida en el grupo y que haya un clima de mutua confianza.
También es indispensable un clima de participación, que todos tengan
claros los objetivos y los sientan como propios.
Entonces se dan buenos
resultados como lo vemos en un equipo deportivo que aplica estas prácticas.
Un equipo debe estar
preparado para superar crisis y salir adelante con fe, pasión y resiliencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios