¿Puede
la simple costumbre de caminar hacer que nuestro cerebro se vuelvas más
creativo y que, además, nos sintamos más felices? En efecto, así es. Y no lo
decimos nosotros, sino la mayoría de médicos y neurólogos. Uno de estos
expertos director del Centro Integral en Neurociencias de Madrid (España). Su
trabajo diario en los hospitales y su contacto con personas que atraviesan
procesos de depresión, le
han hecho ver lo terapéutico que resulta el recetar “una hora de paseo diario”.
Y aún más, caminar, a ser posible, por un entorno natural.
Como ya sabes, la depresión, o incluso pasar periodos muy largos con estrés y
ansiedad, hacen que nuestro cerebro presente un déficit en procesos cognitivos básicos, como es
el caso de la memoria, la capacidad de comprensión, la creatividad, etc.
Si camináramos todos los días, todas estas dimensiones mejorarían notablemente.
El
“cerebro automatizado” y la infelicidad
Hay un aspecto realmente interesante que debemos tener
presente. Hábitos que, sin que nos demos cuenta, van haciendo que nuestro
cerebro acabe “automatizado” y, por tanto, estresado. No olvides estos aspectos:
El
mayor enemigo para nuestro cerebro es la rutina. El simple acto de hacer
todos los días las mismas cosas consigue que vayamos cayendo en una especie de
depresión y en un inevitable desánimo. Poco a poco, nuestro cerebro se vuelve
un poco más lento. Nuestra atención ya no es la misma porque, en realidad, no
tenemos estímulos nuevos en los que fijarnos. Tenemos algunos fallos de memoria
porque pocas cosas nos parecen ya interesantes. Ante una baja motivación, el
recuerdo es menor.
La
rutina nos baja el ánimo y el desánimo, en consecuencia, afecta notablemente al
cerebro, establecemos menos conexiones neuronales, menos sinapsis. Día a
día, nuestro cerebro actúa ya de modo automatizado. Ya no hay momentos para el
disfrute y la creatividad, y él se rige entonces por pautas establecidas, como
funcionaría, por ejemplo, cualquier ordenador al que hubiéramos programado. Es
un riesgo muy elevado para nuestra salud emocional y, también, física. Según el
doctor los cerebros
automatizados se dan especialmente en las grandes ciudades. Entre
aquellas personas que apenas dedican tiempo a sus propias necesidades
emocionales, que viven en grandes urbes rodeadas de contaminación y dosis muy
elevadas de estrés.
Caminar,
un acto de liberación personal
“Los
caminantes no tienen obligaciones, solo el sencillo placer de liberarse paso a
paso en su camino”. Según el doctor, los beneficios no se notan en el primer día, sino
cuando llevamos ya una semana y caminar es un hábito más en nuestras vidas. Es
entonces cuando empezamos a notar sus terapéuticos resultados.
Al andar, el cerebro no tiene que preocuparse de nada. Caminar es fácil, todo el mundo
puede hacerlo y si, además, recibe una dosis extra de oxígeno y del aire puro
de la naturaleza, se siente aún mejor. Es en ese momento cuando empieza
a estimularse nuestro lóbulo frontal, ese que está relacionado con la creatividad
y el estado de ánimo. Si a ello le sumamos la liberación natural de endorfinas,
es entonces cuando aparece la magia. El cerebro se siente más eufórico y
optimista.
Ante un mejor estado de ánimo, aparece un aumento de la
creatividad. No hay presiones,
la hormona del cortisol que se segrega con el estrés desaparece y se rompen
esos muros que, habitualmente, nos traen el negativismo. Es el momento
en que vemos las cosas de otro modo. Nos notamos más relajadas, más
entusiastas, más confiadas.
Las personas estamos acostumbradas a movernos en espacios
pequeños como nuestro hogar, nuestro trabajo, los restaurantes a los que vamos,
los supermercados. Son espacios limitados, siempre llenos de gente. Lugares conocidos en los que,
habitualmente, se encienden nuestras tensiones. Sin embargo, el simple
hecho de empezar a caminar por un espacio natural y abierto se convierte en un
maravilloso acto de liberación y de expansión.
Según el doctor debemos buscar, ante todo, el contacto con la naturaleza.
Es como volver al útero materno, a nuestros orígenes. No es ningún acto
espiritual sino, más bien, una necesidad orgánica. Si andamos por nuestras ciudades, seguimos
respirando muchas de esas partículas contaminadas. Lo ideal es que
nuestros pulmones se llenen de oxigeno puro, y también es necesario que
nuestros ojos se encuentren con escenarios nuevos, con nuevos estímulos con los que se enriquezca
nuestro cerebro.
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