Me hace sentar en un
sillón cómodo y no hacer nada por causa de Su nombre, porque ocupa todo mi
tiempo libre.
Me hace abandonar mis
responsabilidades como cristiano, porque presenta tantos programas buenos que
tengo que ver.
Me restaura el conocimiento de las cosas mundanas y me
impide leer la palabra de Dios.
Me guiará por sendas de
faltar a los cultos y a la visitación de los enfermos.
Aunque viva hasta la edad de 100 años, seguiré mirando la televisión
porque es mi compañero fiel.
Su sonido y su imagen me
infundirán aliento. Me satisface con entretenimiento y
me hace olvidar la
familia.
Llena mi cabeza con
malicia e ideas distintas a la palabra de Dios.
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