En pocas acciones el ser humano
derrocha o malgasta tanta energía como en el estéril vicio de culpar al destino
o culpar a otros.
Miguel
Ángel no se desgastó en culpas por perder a su madre cundo solo tenía seis años
de edad, ni lo hizo Bach al estar sin padre ni madre a los diez años.
Beethoven se dedicó a componer su
música sublime y no a culpar a las circunstancias por su sordera.
¿Qué
ganas o qué solucionas buscando culpables? Dedícate más bien a usar tus talentos, a confiar y a dar
lo mejor de ti.
Ni
Dickens ni Andersen perdieron tiempo y energía en culpas por nacer en familias
tan pobres que llegaron a mendigar. Andersen quedó si padre a los 11 años.
Invierte tus fuerzas en capacitarte
bien, en corregir tus errores, en potenciar tus dones y en amar lo que haces.
Eso fue
lo que hicieron el pintor Goya y el inventor Edison, a pesar de padecer de
serios problemas auditivos.
Destierra las culpas, acepta tu
realidad o cámbiala si puedes. “Quien no sabe danzar le echa la culpa al piso”,
reza un proverbio hindú.
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