"Esperar
puede ser difícil”.
Los niños lo saben, al igual que los adultos.
Vivimos en un mundo que ofrece comida rápida, mensajería
instantánea, películas a la carta y respuestas inmediatas a las preguntas más
triviales y a las más profundas.
No
nos gusta esperar.
Algunos incluso sienten que les sube la presión si la
cola que están haciendo en el supermercado se mueve más despacio que las otras.
La
paciencia -la capacidad de aplazar por un tiempo nuestros deseos- es una virtud
preciada e inusual.
Queremos lo que queremos y lo queremos ya.
Por tanto, la idea en sí de la paciencia puede parecer
desagradable y, a veces, amarga.
No
obstante, sin paciencia... no podemos llegar a ser perfectos.
De hecho, la paciencia es un proceso purificador que
refina el entendimiento, aumenta la felicidad, centra la acción y ofrece la esperanza
de la paz.
Como
padres, sabemos cuán imprudente sería satisfacer todos los deseos de nuestros
hijos; pero los niños no son los únicos que se echan a perder cuando siempre
reciben satisfacción inmediata.
Para que los hijos maduren y logren su potencial, deben
aprender a esperar.
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