Ella caminaba. Él se le cruzó y le dijo:
Hola, otra vez. Supongo que hoy era el momento, ¿no?-.
Ella se giró mirándolo seriamente. Ella no
encontraba respuesta, por eso es la razón de que asintió con su cabeza y con
miedo y delicadeza lo tomo de los hombros, y acotó:
-Hoy es
el día mi amor.-
Él
bajo la cabeza y le corrió las manos de los hombros.
"No me refería a eso ", TEMBLANDO y
con cierta resignación dijo:
¿Cómo? ¿A qué te refieres?
Con una pequeña sonrisa en su cara, levantó la
mirada hacia ella. La miró, se le acercó. Le besó su mejilla derecha. Y le susurró: "
Tu sabes a que me refiero". Se quitó un anillo de la mano. Se giró, y se fue caminando por un
camino desolado.
Parecería
como que el calor de aquel amor. La pasión perdida. EL susurro del viento, todo
junto se concentraba en un tiempo. Un momento. Era el momento indicado. Y ella no lo iba a dejar ir.
-No te dejaré ir- le dijo con cierta
seguridad.
Con el anillo de él, fue y le dijo esto te
pertenece, no te dejaré olvidar aquello que nos hizo tan feliz.
"No lo harás ahora, no lo harás mañana,
ni pasado. Pero ayer lo has hecho, y quién sabe si en nuestro primer beso no lo
hiciste". Las nubes
comenzaron a tornarse grises.
Su
existencia fue abarrotándose de una duda indescriptible.
-Tú no sabes nada- dijo de la misma manera que
miraba al cielo, aquellas nubes pesadas que colmaban el momento de frío y
desolación.
-Tú no sabes nada- repitió.
Se puso su saco para la lluvia. Continuó
caminando, mientras habría su paraguas, unos segundos después, comenzó a
llover.
Se giró mirándola, le dijo: "El día que
yo no sepa nada, culparas a las estrellas que nos susurran noche tras noche.
"
Con la actitud que debería haber tomado hace
ya un largo tiempo atrás, se decidió a olvidar a aquel hombre que había hartado
su paciencia y que se las había ingeniado en hacer desaparecer el poco amor que
quedaba de una historia ya acabada hace mucho tiempo.
-Era yo la que le ponía onda a todo esto-
desapareció para adentro.
Dio
media vuelta, y se fue caminando por la ruta bajo la lluvia, sin paraguas junto
a su bolso gris y sus jean gastados en dirección contraria.
¿Y
ahora qué? se preguntaron los dos, mientras caminaban…
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