Busca una semilla y contémplala absorto
cuando sientas que la paciencia se te fue del corazón.
Obsérvala, cierra luego los ojos, y
visualiza un frondoso árbol al que ella le dará vida.
Visualiza el largo y lento proceso que
va de esa diminuta semilla hasta un árbol lleno de frutos.
Luego
ora y pide a Dios esa paciencia que hace verdaderos sabios y te da fuerza para perseverar
y estar sereno.
Haz de
esta frase un mantra y repítela hasta que se convierta en una ley de vida: “Cada día soy más paciente y
calmado”.
Si te
lo propones tendrás la paciencia del pescador que arroja la red sin fatigarse hasta que pesca algo.
Si así
lo quieres serás paciente
con tus fallas y más paciente aún con las fallas de los demás.
La paciencia es tu mejor amiga para convivir sin pelear, sin
alterarte, es tu aliada para ser feliz.
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