Nadie
sabe realmente qué nos depara el futuro, pero la realidad ahora es que nuestros
espacios urbanos deben reinventarse. Una ciudad más inteligente e informada es
lo que buscan los expertos.
Imagine una ciudad del futuro. ¿Qué ve?, ¿calles limpias,
autos voladores y robots que hacen todo el trabajo?
Tal vez, su visión es más distópica, con un régimen
autoritario estilo Gran Hermano, callejones oscuros llenos de delincuencia y
gente forzada a vivir en nichos herméticos porque la guerra o algún otro
desastre han hecho que zonas enteras de la ciudad sean inhabitables.
Nadie
sabe realmente qué nos depara el futuro, pero la realidad ahora es que nuestros
espacios urbanos están atestados de gente y contaminados.
Casi la mitad de la población mundial vive actualmente en
ciudades, y para el año 2050 se prevé que aumente a 75%, pero ¿en qué tipo de
ciudad viviremos por entonces?
Ha llegado el momento, dicen los expertos, de empezar a
diseñar entornos urbanos más inteligentes. Las nuevas ciudades necesitan albergar a una población
cada vez mayor y en las que vivimos ahora necesitan modernizarse.
'Ecologización'
Si a las ciudades del pasado les dieron forma las
personas, las ciudades del futuro serán configuradas por las ideas, y hay
muchas que compiten acerca de cómo debería ser un espacio futurista.
Algunas
de ellas giran en torno a la idea de que la ciudad más inteligente es la más
ecológica. Los expertos en sostenibilidad predicen ciudades "descarbonizadas",
llenas de vehículos eléctricos y sistemas de bicicletas compartidas, con una
calidad en el aire tan mejorada que los trabajadores de las oficinas en
realidad podrán abrir sus ventanas por primera vez.
Las visiones de una ciudad verde a menudo incluyen
rascacielos donde viviendas y espacio de oficina conviven con invernaderos
flotantes o huertas en lo alto de los edificio. Trataríamos así de combinar la
urbanización con una vuelta a nuestro pasado pastoral.
"Las
ciudades están llegando a un punto de quiebre", dice el profesor David
Gann, que encabeza el Laboratorio de Economía Digital del Imperial College de
Londres. "Los atascos son cada vez peores, las filas más largas y
las redes de transporte más propensas a retrasos. Las interrupciones de energía
son cada vez más comunes".
Centro neurálgico
La
respuesta puede encontrarse en grandes volúmenes de datos y el llamado
"internet de las cosas", donde los objetos previamente simples,
"tontos" se hacen inteligentes al estar conectados entre sí.
Una red de sensores, continúa el argumento, ofrece una
gran cantidad de información acerca de cómo una ciudad funciona. Esto permitirá
que los sistemas se unan y, finalmente, poder trabajar más eficientemente.
El
internet de las cosas podría anunciar nuevos desarrollos que provocarán
pesadillas en los expertos en privacidad, al estilo de las señales digitales de
Minority Report, o vallas publicitarias que se comunicarían con los transeúntes
con mensajes personalizados.
Pero también podrá traer nuevos servicios inimaginables
para los ciudadanos, piensa el profesor Gann.
Las empresas de tecnología como Siemens, IBM, Intel y
Cisco creen que las ciudades más inteligentes serán las que estén conectadas a
la red.
Actualmente, IBM cuenta con 2.000 proyectos en curso en
ciudades de todo el mundo, desde análisis de prevención de delitos en Portland,
Oregón (EE.UU.) hasta bases de datos de agua en California, o sistemas de
transporte inteligente público en Zhenjiang, China.
Su
proyecto estrella está en Río de Janeiro, donde se ha construido un centro de
operaciones, que se presenta como "centro neurálgico" de la ciudad.
Construido inicialmente para ayudar a lidiar con las
inundaciones que periódicamente amenazan a la ciudad, en la actualidad coordina
30 agencias gubernamentales y proporciona aplicaciones móviles para mantener
informados a los ciudadanos de posibles accidentes de tráfico y otras novedades
de la ciudad.
Crowdsourcing
El
término crowdsourcing en inglés hace referencia a la colaboración abierta al
público en el desempeño de las tareas.
El hecho de que las grandes corporaciones se estén
involucrando tanto en el diseño de la infraestructura de la ciudad ha llevado a
los críticos a preguntarse qué tan rápido una ciudad puede, como los sistemas
informáticos en los que confiamos, volverse obsoleta.
Saskia Sassen, copresidente del Comité de Pensamiento
Global en la Universidad de Columbia, y experta en ciudades inteligentes, hace
paralelismos con los edificios de oficinas de los años 60. Los describe como
"lugares de techos bajos que ahora están tristemente vacíos después de que
las tecnologías avanzadas los dejaran inservibles".
Sassen también se preocupa de la privacidad y el rol que
los ciudadanos desempeñarán en los grandes planes de IBM y otros. "¿Cuándo
lo sensorial se convierte en censurable?", se pregunta.
Rick Robinson de IBM se apresura a atender estas
preocupaciones.
"El
comportamiento de una ciudad tiene que ver con el comportamiento de los
ciudadanos. A menos que los sistemas puedan convertirse en el tejido de la
vida, nada va a cambiar", argumenta.
La mayoría de los proyectos de IBM se comprometen a
involucrar consultas a los grupos de la comunidad así como a los ayuntamientos,
y cualquier plan de recolección de datos requiere el consentimiento de los
usuarios, según Robinson.
Rick Robinson apunta a un proyecto que la compañía
completó en Dubuque, Iowa (EE.UU.) donde a las familias se les ofrece acceso a
la información sobre su consumo de agua.
La
mayoría pronto cambió sus hábitos y ahorraron agua cuando se enfrentaron a los
datos. Curiosamente, a quienes también se les dio acceso a la información de
los vecinos tenían el doble de probabilidades de hacer cambios.
El poder de "la multitud" será crucial para las
ciudades del futuro, piensa Carlo Ratti, director de "Ciudades
Sensibles" del MIT. Por su parte, Ratti ve avecinarse una batalla entre lo
que las corporaciones quieren vender y lo que los ciudadanos realmente
necesitan.
"Las
ciudades realmente inteligentes -y reales- no son como un regimiento del
ejército marchando al unísono a las órdenes del comandante", dice.
"Se
mueven más como los cambios que se producen en una banda de pájaros o un banco
de peces, en los que los individuos responden a las sutiles señales sociales y
del comportamiento de sus vecinos acerca de qué camino seguir".
Mientras que las ciudades inteligentes se mueven del
concepto a la realidad, el analista de Ovum, Joe Dignan, tiene una advertencia.
"Las empresas crean videos de personas encantadoras
en casas de cristal que hacen cosas al estilo de Minority Report, pero muéstrenme,
¿cómo va esto a ayudar a la gente que está en sus viviendas subsidiadas para
personas de bajos ingresos en rascacielos de 20 plantas?".
Sus palabras se hacen eco de las de la escritora y
urbanista estadounidense Jane Jacobs que advirtió hace varias décadas: "Las ciudades tienen la
capacidad de proporcionar algo para todo el mundo, sólo porque, y sólo cuando,
son creadas por todo el mundo".
Aquellas
ciudades del futuro harían bien en prestar atención a ese consejo.