Sabes
que los refrescos no son precisamente buenos para ti, pero al mismo tiempo es
posible que sea difícil resistirse. Su sabor dulce, el agradable burbujeo y el aporte
de energía a veces parece ser justo lo que necesitas para acompañar tu cena,
superar el cansancio de la tarde o saciar tu sed.
Pero
entre más refresco consumas (regular o de dieta), más peligrosos pueden
volverse tus hábitos. Ya sea que bebas una gaseosa al día o que bebas
una de vez en cuando, reducir
el consumo podría tener beneficios en tu peso y en tu salud en general.
Estas
son las razones por las que deberías consumir menos estas bebidas y
algunos consejos para facilitar la transición.
El mayor riesgo para quienes beben refresco regularmente es el exceso de calorías,
dice una enfermera certificada y profesora asistente de Nutrición Clínica en el
Centro Médico Southwestern de la Universidad de Texas. "Las calorías que hay en el refresco regular
provienen completamente del azúcar agregado y no hay ningún valor en términos
de vitaminas o minerales, ni siquiera de carbohidratos de buena calidad",
explicó.
Además,
el refresco podría causar otra clase de daño. Algunos estudios han
demostrado que su consumo se relaciona con la caries y con la diabetes y parece que
también es malo para tus
huesos. "Tal vez tenga que ver con el fósforo que contiene el
refresco o podría ser que la gente está tomando refresco en vez de otras
bebidas, tales como la leche, que tienen nutrientes necesarios para tener
huesos sanos".
¿Qué hay de los refrescos de dieta?
Es probable que los refrescos libres de azúcar no tengan calorías,
pero eso no significa que te hacen bien. De hecho, es probable que ni siquiera te ayuden a bajar de
peso (las investigaciones al respecto han sido contradictorias en el
mejor de los casos, pero en varios estudios se ha demostrado que quienes beben
refrescos de dieta tienen más probabilidades de tener sobrepeso u obesidad que
quienes beben refrescos regulares).
Además, las bebidas de dieta conllevan los mismos riesgos para la salud que los
refrescos regulares, entre ellos la caries y la pérdida de densidad ósea;
también se relacionan con
las enfermedades cardíacas y con la depresión en el caso de las mujeres.
Cambiar a refrescos de dieta podría ser un buen primer paso si tratas de
eliminar las calorías sobrantes, pero lo mejor que puedes hacer es dejarlos poco a poco, dice el
experto.
Estos datos podrían ser suficientes para convencerte de
que deberías dejar de tomar refresco, pero es más fácil decirlo que hacerlo. "La gente realmente se vuelve
adicta a las gaseosas, así que tienes que ser realista, no
idealista", dice la nutrióloga experta. "No recomiendo que dejes de
tomarlo de golpe; tienes
que dejarlo poco a poco, como dejarías cualquier cosa con la que hayas
desarrollado dependencia".
Si usualmente bebes varias porciones de refresco al día, se sugiere que primero reduzcas
el consumo a una al día. Después de dos semanas, cambia a tres refrescos
a la semana. "Eso te da la oportunidad de ajustarte gradualmente, lo cual
debería causar un cambio sostenible".
Combínalo con agua
La
experta también recomienda que dejes poco a poco el refresco y a veces sugiere
a sus clientes que empiecen a beber la mitad de refresco y la mitad de agua.
"Automáticamente beberás menos, te hidratarás y te llenarás con agua, lo
cual es bueno", dice.
Además,
hay otra ventaja: "se reduce el azúcar que consumes con tu refresco, lo
cual es una de las cosas a las que la gente se acostumbra. Si bebes menos
azúcar, tus papilas gustativas cambiarán y pronto ya no necesitarás esa
dulzura".
Empieza a contar tus calorías
Si bebes gaseosas sin estar consciente del impacto que
tienen en tu cintura, podrías estar al borde de un despertar amargo: cada lata de Coca de 340
mililitros, por ejemplo, contiene 140 calorías, mientras que una botella de
medio litro contiene 240.
Descarga una aplicación para contar calorías, te ayudará
a darte cuenta de lo mucho que esas bebidas afectan tu consumo diario de
calorías, siempre y cuando captures y registres cada porción. En vez de rellenar tu vaso una y
otra vez, empieza a poner atención en cuánto estás bebiendo; cuando lo hagas,
tal vez te sientas más dispuesto a reducir tu consumo.
Piensa en cuánto ejercicio necesitarás
Otra
forma de contar las calorías que estás ingiriendo es pensar cuánto ejercicio
necesitarás para quemarlas. En un estudio que se hizo en 2014 en la
Universidad Johns Hopkins, los investigadores colocaron letreros en las tiendas
de los vecindarios, en los que señalaban que se necesitaría caminar ocho kilómetros o trotar 50
minutos para quemar las calorías que contiene una botella de medio litro de
refresco.
Los "comerciales" funcionaron: cuando los
clientes adolescentes vieron estos letreros, fue más probable que compraran un
refresco más pequeño o que no bebieran refresco. "Cuando explicas las calorías de forma fácil y
comprensible, como en términos de cuántas millas tendrías que caminar para
quemarlas, puedes propiciar cambios de comportamiento", dijeron los
autores del estudio.
Cambia por té sin endulzar
¿Necesitas ese golpe de cafeína para despertar por las
mañanas? La experta sugiere que si no bebes café, bebas té sin endulzar. "Puede ser igualmente refrescante
y beber los fitoquímicos del té tiene beneficios reales para la salud",
dice.
Si no te gusta el sabor del té solo, ponle un poco de limón, menta o
un poco de azúcar o de edulcorante artificial, al menos durante la etapa
de transición. Lo importante es que estés consciente y a cargo de lo que
consumes exactamente y cuánto le agregas.
Bebe antes un vaso con agua
Cuando tengas la imperiosa necesidad de beber una dosis
de refresco, llena un vaso
grande con agua con hielo y bébelo antes. "Muchas veces, la gente
bebe refresco solo porque está aburrida o porque tiene sed y eso es lo que hay
o lo que acostumbran beber", explicó la experta.
Si después de beber el agua sigues con el antojo de
refresco, entonces puedes reevaluar si realmente vale la pena, pero es probable que tu sed se
haya saciado y que te sientas satisfecho solo con el agua (puedes hacer
que esto funcione cuando andas en la calle si siempre llevas una botella con
agua).
Dale una oportunidad al agua mineral
Si lo que se te antoja es algo carbonatado, intenta beber
agua mineral con gas sola o saborizada. "Agrega un poco de jugo de fruta
para darle sabor y cambia poco a poco ese jugo por zumo fresco de
cítricos". "Así, sigues obteniendo las burbujas que te encantan del
refresco, pero controlas la dulzura y el azúcar agregado".
Recomienda
agregar al agua rebanadas de limón, naranja o pepino a una jarra de agua y
meterla al refrigerador, lo que podría disuadirte cuando busques un refresco
frío. Los frutos del bosque congelados y la menta fresca también pueden
ser buenas adiciones a un vaso de agua fría.
Aléjate de las cosas que te incitan a beber refresco
Inténtalo por dos semanas
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