¡Esperanza
mía y castillo mío, mi Dios, en Ti confío!
Tú me libras del lazo del cazador, de la peste
destructora.
Con
tus plumas me cubres y debajo de tus alas estoy seguro.
Escudo y coraza es Tu verdad, no tengo temor de espanto
nocturno, ni de saeta que vuele en el día, ni de pestilencia que ande en la
oscuridad, ni de mortandad que en medio del día destruya.
Caen
a mi lado mil y a mi derecha diez mil, mas a mí ningún mal llega.
Ciertamente con mis ojos miro y veo el pago que reciben
los impíos.
Yo acudo a Yaveh que es mi fe; al Altísimo elijo por mi
habitación, así no me sobreviene ningún mal, ni plaga alguna toca mi morada,
pues que a sus Ángeles envía cerca de mí para que me guarden en todos mis
caminos. Con sus manos me guían para que mi pie no tropiece en piedra.
Dentro
de una bola de cristal me pongo para que sirva de barrera defensiva contra el
mal y la adversidad.
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