Las
comidas sin gluten se han convertido en una obsesión para algunos.
El
creciente interés en comer sano a veces puede tener consecuencias poco
saludables.
Algunos
médicos y nutricionistas afirman que ven cada vez más gente cuyo deseo de comer
comida pura o “limpia” — quienes eliminan de su dieta varias fuentes
alimentarias importantes como gluten, lácteos y azúcar— se convierte en una
obsesión que los consume y los lleva a tener una mala salud. En casos extremos,
la gente puede terminar con desnutrición.
Algunos expertos se refieren a esta condición como
ortorexia nervosa, un desorden poco investigado que no tiene un diagnóstico
oficial en el Manual de Diagnóstico y Estadística de Desórdenes Mentales, o
DSM, considerada la biblia de las enfermedades psiquiátricas en Estados Unidos.
A menudo, los individuos
con ortorexia muestran síntomas de enfermedades reconocidas como desorden
obsesivo-compulsivo (OCD) o terminan perdiendo una cantidad de peso poco
saludable, de forma similar a alguien con anorexia.
Investigadores en Colorado propusieron hace poco una
serie de criterios que aseguran podrían ayudar a diagnosticar la ortorexia. Los
lineamientos, publicados en línea en la revista Psychosomatics este año,
también podrían servir como estándar para futuras investigaciones de la
enfermedad, aseguran.
Un investigador de psiquiatría de la Escuela de Medicina
de Denver de la Universidad de Colorado y principal autor del estudio, afirmó
que hace falta más
investigación para desarrollar un instrumento de identificación válido para la
ortorexia, determinar su prevalencia y diferenciarlo de otros desórdenes
alimentarios más conocidos.
Hay
personas que desarrollan malnutrición, no porque estén restringiendo cuánto
comen, sino por lo que eligen comer.
No
lo hacen para adelgazar, sino para estar más saludables. Es una especie de
mentalidad que se lleva a un extremo como el que vemos en otras clases de
enfermedades mentales.
Entre los criterios propuestos está una obsesión con la calidad y
composición de las comidas a punto tal que podría llevar a dedicarles una cantidad de
tiempo excesiva, como tres horas diarias o más; leer sobre tipos
específicos de comida y prepararlos, y sentirse culpable luego de comer comida no saludable. Para que
sea considerado ortorexia, la preocupación por ese tipo de alimentación o bien
debería llevar a desbalances nutritivos o interferir con la vida diaria.
Algunos pacientes con ortorexia están recibiendo
tratamientos similares a quienes tienen desórdenes obsesivos-compulsivos.
La
enfermedad parece comenzar con un interés en una vida sana y luego, con el
tiempo, la gente desarrolla una mayor ansiedad ante la comida contaminada o que
considera no saludable. El tratamiento suele implicar terapia cognitiva
del comportamiento, un tipo de psicoterapia que busca modificar el
comportamiento.
Los expertos sostienen que hay una zona gris entre buscar
comer sano e irse a un extremo, lo que ayuda a generar escepticismo sobre la
ortorexia. “La gente no
cree que comer sano puede ser un desorden”.
Algunos terapeutas especializados en desórdenes
alimentarios señalan que muchos
pacientes con ortorexia también sufren de anorexia. Pero otros expertos
dicen que los ortoréxicos a menudo no tienen problemas de peso bajo, lo que
puede dificultar identificarlos.
La
señal de alarma es cuando alguien se obsesiona con la comida y sus hábitos
alimentarios lo llevan a evitar compromisos sociales, según los
expertos.
“Con todas estas filosofías de dieta distintas, hay mucho
más margen para que se desarrolle la ortorexia. Comer se hace realmente difícil si estás escuchando todas
estas teorías, y se genera mucha ansiedad en torno a comer y la comida, cuando
en realidad la comida debería ser para disfrutarla.
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