ÁMATE A TI MISMO
Amarse no
significa ufanarse, vanagloriarse, vociferar lo magnífico que eres. Amarte es aceptarte totalmente
como eres ahora y estar dispuesto a ser mejor cada día de tu vida. Cuando
la gente no se ama, no le importa ser mejor. Entonces dice: “Es que yo soy así.
Si quieres, acéptame. Si no, no”. Es decir, no están dispuestas a mejorar, a
cambiar, a transformarse en seres más plenos. Ámate para que puedas vivir el
aprendizaje de ser persona.
AMA A TU PRÓJIMO
Si te amas a ti mismo, entonces, puedes comenzar a amar a
los que te rodean. Comienza
poniéndote en el lugar de los demás. Imagínate estar en sus zapatos. Entonces
inicia esa empatía, esa conexión, la capacidad de establecer lazos con otras
personas. Ese es el punto de partida para que, con el tiempo, puedas amarlos.
Sal de ti mismo por un momento y vive imaginariamente la vida de los demás para que puedas entonces ver
por qué hacen lo que hacen, piensan lo que piensan y sienten como sienten.
AMA A DIOS POR SOBRE TODAS LAS COSAS
Si amas al
prójimo porque sabes escucharlo, ayudarlo cuando puedes, acompañarlo en sus
aprendizajes y aventuras, tolerar las diferencias en las maneras de pensar y de
sentir y comprenderlo en sus acciones, ya has comenzado a amar a Dios. Si has llegado a este punto,
sólo falta un paso fundamental: no sólo ames a sus criaturas. Ama, sobre todo,
a su Creador, sea como hayas decidido nombrarle en este punto de tu camino
espiritual. Amar a Dios no sólo significa agradecer el Bien. Amar a Dios es agradecer la vida
completa, con sus luces y sus oscuridades. Amarlo es cultivar la fe en Él.
NO SEAS ARROGANTE
Por mucho que
camines por la senda espiritual, jamás pienses que tienes toda la verdad y que debes convencer a todos
los que te rodean de que sólo hay un camino. En el momento en que tu ego
asume que conoce cómo Dios piensa, actúa, juzga y siente, en ese preciso
instante, la comunicación con Dios se pierde.
No importa cuán bien te haya ido en ese camino espiritual
que tomaste. Agradece a Dios sus bendiciones. El secreto está en vivir tu vida
en Dios sin ocultárselo a nadie, pero también sin mostrárselo a alguien. Esta paradoja es sencilla: ni finges ni
impones; sólo basta no estar pendiente de eso.
¿QUÉ SIGNIFICA ENCONTRARLO?
Encontrar a Dios no es tener una vida perfecta, sin
conflictos ni problemas. Ellos
siempre estarán allí. Pero cuando has encontrado a Dios logras captar cuán
profundamente Él está
dentro de ti. Y si eso es así, no sólo descubres esa fuerza, fortaleza o
templaza que te permite superar obstáculos, sino que tu vida cambia totalmente
porque es más sencilla, más plena, más transparente.
Encontrar a Dios implica:
a) haberte encontrado a ti mismo y haber comenzado a
amarte;
b) haber
comenzado a amar a tu
prójimo; y
c) como
consecuencia de lo anterior, ver
a Dios dentro de ti y en todas las cosas. Logrado esto, es cada vez más
improbable caer en las depresiones, la ansiedad, la angustia, la ira, la
frustración, el orgullo, la soberbia y todas esas experiencias que hacen la
vida miserable.
OFRECE TU TALENTO A DIOS
Pero uno no va a
saber como encontrar a Dios en un día y de una vez y para siempre. Y cuando al
fin lo has encontrado eso no es garantía de
que no vayas a perder la conexión con Él. En ese sentido, es importante hacer actividades que nos hagan
mantenernos en contacto con Él.
Cada quien tiene talentos diferentes. Usa tus talentos y ejércelos
pensando que estás sirviéndote a ti mismo, a tu prójimo y a Dios. Puedes
cantar, componer, escribir un poema, un cuento, una novela, sanar a otras
personas, enseñar tus conocimientos, compartir libros e información, construir
una obra pública para los deportes, hacer un jardín, bailar, hacer reír a
otros…No importa cuál sea
tu talento. Úsalo para el Bien y estarás manteniendo vivo ese Dios que
encontraste.
MÚSICA PARA ENCONTRAR A DIOS
La música es un arte enigmático. Es quizá el menos
material de todas las artes.
Mientras otras formas artísticas usan el cuerpo, el metal, la piedra, el óleo,
la tinta, el papel, la música usa lo mínimo necesario: el sonido, el cual no
ves, pero actúa en tu cuerpo y en tu alma. La música tiene poco cuerpo y expande mucho el alma.
Cultiva el gusto por la buena música, aquella que te haga
indagar tu alma, que te lleve a vibraciones espirituales elevadas, que explote
tu imaginación, que te de ganas de vivir.
Ve creando tu propia fonoteca o colección de música para
esos momentos en que quieres orar, meditar, pensar en Dios, estar a solas con
Él. Puede ser música sacra,
música religiosa de cualquier tradición, pero también puede ser música que no esté directamente
ligada a lo religioso. Lo importante es lo que la música te haga sentir.
NO BUSQUES
PRESTIGIO ESPIRITUAL
No olvides algo
indispensable: No busques a
Dios para aparentar ser una persona muy espiritual. Si tu deseo es ser admirado
y respetado por ser una persona muy religiosa, creyente o recta
espiritualmente, lo puedes echar todo a perder. Ninguna lista de pasos
te servirán.
Por lo tanto, busca a Dios en el más hermoso
anonimato. Una célebre plegaria de los indios iroqueses de Norteamérica
dice: “¡Oh, Gran Espíritu que estás en el viento, escúchame […]. Haz que yo no sea superior a mis
hermanos, y que sepa, si la ocasión se presenta, combatir con valor, incluso
contra mí mismo”.
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