Existen cuatro identidades que adopta
el ego para menoscabar nuestra verdadera identidad. El ego es un ente en eterno
conflicto, su existencia se basa en desestabilizar, separar, juzgar y atacar.
Nunca se encuentra en paz ni en
tranquilidad con lo que le rodea, siempre se encuentra en un estado de continua
alerta, deseando controlar todo cuanto pasa por su escrutinio. Sus principales
deseos son el poder, la ambición, la riqueza y la exclusividad. La separación y
la dualidad son las bases que cimientan su existencia.
Estas
cuatro identidades del ego están construidas para separarnos de la vasta
inteligencia que opera en nuestro interior, la cual es capaz de detectar con precisión cuál es
nuestra verdadera identidad y sentido. Son aprendidas desde temprana
edad y suponen la base de nuestro aprendizaje como personas. Estas son las cuatro falacias
que el ego quiere que creamos y apliquemos:
1. “Mi identidad es lo que disfruto,
tengo y poseo”
Desde los primeros instantes en que
somos conscientes de nuestra existencia, recibimos la enseñanza y el mensaje de
que no tener nada es equivalente a ser, un ser humano sin ningún valor ni
mérito.
Fruto
de este ficticio aprendizaje surge una compulsión desmedida por tener, codiciar y ambicionar todo tipo de
bienes materiales. Nuestro concepto sobre nosotros mismos cambia
radicalmente: de sentir que somos valiosos por lo que somos esencialmente como
personas -seres inteligentes, amorosos, compasivos que buscan vivir con
propósito y plenitud- a evaluar nuestra validez e importancia en función de
cuantos bienes materiales poseemos.
La balanza de lo verdaderamente
importante queda totalmente invertida y devaluada.
Wayne
W. Dyer lo expone claramente con esta aseveración que insta a la reflexión: “Si somos lo que tenemos,
entonces cuando no tenemos, no somos”.
2. “Mi identidad depende de lo que
otros piensan de mí”
Constantemente
se nos intenta convencer de manera sutil, sobre la importancia de las
observaciones, opiniones y apreciaciones de otros. Desde pequeños se nos dice
que las opiniones de los demás tienen más valor que nuestra perspectiva, debido
a la “experiencia” que estas afirmaciones poseen, y a nuestra ineptitud para
conocer lo que es la vida y lo que ésta supone.
El problema de esta identidad reside en
la incapacidad que genera en las personas. Toda posibilidad de felicidad,
alegría y dicha depende de la valoración que un tercero haga sobre nuestra
actuación, dificultando enormemente la autoestima y la seguridad en uno mismo.
Si
sabemos realmente quiénes somos– personas cuya naturaleza consciente está por
encima de cualquier inconsciencia y falsa identidad construida por la mente- y cuáles son nuestros verdaderos
talentos y capacidades, podemos ignorar todos aquellos mensajes inconscientes
procedentes de esa voz disfuncional y contemplarlos como meras opiniones
cuyo valor dependerá exclusivamente del significado particular que cada uno de
nosotros quiera darle.
3. “Mi identidad se equipara a mi
estatus, y a las acciones que emprendo”
En
esta perspectiva del ego, a
cada uno de nosotros se nos evalúa en función de la calidad de nuestras
acciones y de nuestros estatus adquirido y alcanzado. Nuestra valía
depende de cuan bien hagamos las cosas, de nuestra destreza y de los
conocimientos y aprendizajes adquiridos. Con cada tarea y aprendizaje que
emprendemos, adoptamos una identidad que nos dice: “Si consigues hacer las cosas con mayor acierto que
los demás, entonces tendrás un valor añadido y más sólido”.
Debes saber que la máxima “Eres lo que
haces” es
reduccionista y falsa. El ego en su estado permanente de temor y alerta,
necesita construir problemas y visiones que dificulten tu felicidad, para así
poder seguir estando en una posición de victimismo.
Tu
realidad va mucho más allá de tener un gran cargo, estatus o situación
económica. Una acción
hecha desde el corazón tiene una valía incalculable, no importa de quién
proceda, ni de que círculo social sea esa persona. Por tanto, seamos
nosotros mismos y desarrollemos nuestra visión y nuestras acciones con la mayor
coherencia y transparencia posibles. Ser fiel a uno mismo es lo que nos brinda paz y felicidad.
4. “Mi identidad está separada de todo
lo que existe”
La
separación es una de las identidades que están más arraigadas en la perspectiva
del ego. El ego intenta
hacernos creer que nuestra naturaleza es sombría, escasa de sentido y vacía.
No
hay un sentido ulterior en nuestra existencia, somos entes desconectados que
luchan hasta la extenuación para sobrevivir y lograr cierto disfrute y placer
para después morir y desaparecer. No hay dinamismo, interrelación y sentido, todo se reduce una vivencia
que fluctúa del placer al dolor y viceversa.
Cuando
eres capaz de percatarte de tu verdadera naturaleza, la cual, tiene una íntima
relación con todo lo existente, tu perspectiva da un vuelco radical.
Eres
capaz de verte en el otro, surge una unión especial con el mundo e interiorizas
una lección importante: Toda
acción tiene una repercusión individual y global. Todo está relacionado con
todo, y todo va a algún sitio determinado.
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