Error
nº 10: Adorar a nuestros hijos. Muchos de nosotros vivimos en
comunidades que se desviven por los hijos. Los estamos criando en hogares
completamente centrados en ellos. A nuestros hijos les encanta, claro está,
porque nuestras vidas giran en torno a ellos. A la mayoría de nosotros tampoco
nos importa, porque su felicidad es la nuestra. Nos entusiasma hacer cualquier
cosa por ellos, comprarles cosas, cubrirles de amor y de atenciones.
No obstante, creo que es importante tener en cuenta que
nuestros hijos han sido creados para ser amados, no idolatrados. Por tanto,
cuando les tratamos como si fueran el centro del universo, creamos un falso
ídolo. En vez de un hogar centrado en los niños, deberíamos intentar centrarnos
más en el amor. Así, nuestros hijos se sentirán queridos, pero entenderán que
en el amor, el altruismo va por encima del egoísmo.
Error
nº 9: Creer que nuestros hijos son perfectos. Una cosa que suelo oír de
los profesionales que trabajan con niños (orientadores o maestros) es que los
padres de hoy en día no quieren oír nada negativo sobre sus hijos. Cuando se
menciona la palabra preocupación, o problema, la reacción suele ser atacar al
mensajero.
La verdad a veces duele, pero cuando escuchamos con la
mente y el corazón abiertos, nos mostramos dispuestos a mejorar. Así, podremos
intervenir antes de que la situación se nos vaya de las manos. Es más fácil
tratar a un niño problemático que reparar a un adulto destrozado.
Una psiquiatra del centro médico Children's of Alabama me
contó hace poco que en la depresión adolescente, resulta clave intervenir con
rapidez, puesto que se puede actuar sobre la trayectoria de la vida de un niño.
También me dijo que este es el motivo por el que disfruta de la terapia de
niños y adolescentes, pues los niños son resilientes, y es mucho más fácil
intervenir de forma efectiva cuando aún son jóvenes, ya que cuando el problema
continúa durante muchos años se incorpora como parte de la identidad de la
persona.
Error
nº 8: Vivir a través de nuestros hijos. Los padres nos sentimos muy
orgullosos de nuestros hijos. Cuando consiguen algo, nos hace más felices que
si lo hubiéramos conseguido nosotros mismos.
Lo cierto es que si nos implicamos demasiado en sus
vidas, nos resultará más complicado ver dónde acaban ellos y dónde empezamos
nosotros. Cuando nuestros hijos se convierten en una extensión de nosotros,
puede que los veamos como nuestra segunda oportunidad. Pero, no se trata de
ellos, sino de nosotros. Llega un momento en el que su felicidad empieza a
confundirse con la nuestra.
Error
nº 7: Tratar de ser el mejor amigo de nuestro hijo. Cuando le pregunté a
un sacerdote cuál era el mayor error que cometen los padres, estuvo pensándolo
un momento y luego contestó: "El problema ocurre cuando los padres dejan
de ser padres y no son capaces de asumir sus responsabilidades, aunque a veces
cueste".
Como todo el mundo, quiero que mis hijos me quieran.
Quiero que reconozcan mis méritos y me tengan cariño. Pero si quiero hacer bien
mi trabajo, tengo que aceptar que se enfaden y que a veces no les gusten mis
decisiones. Pondrán los ojos en blanco, se quejarán y desearán haber nacido en
otra familia.
Pero, tratar de ser el mejor amigo de tu hijo solo puede
llevar a una permisividad excesiva, y a que tomes decisiones desesperadas por
temor a no contar con su aprobación. Esto no es amor, sino necesidad.
Error
nº 6: Entrar en una competición por ser el mejor padre. Todos los padres
llevan algo de competitividad en las venas. Lo único que necesitan para
despertar al monstruo es que otro padre ponga a su hijo por encima del tuyo.
He oído muchas historias de este tipo que tienen lugar en
patios de colegio; historias de amistades rotas y traiciones en las que se
entrometieron familias completas y la cosa acabó mal. En mi opinión, el origen
se encuentra en el miedo. Tememos que nuestros hijos se queden aparte. Tenemos
miedo de que, si no nos ponemos serios e intervenimos para pararle los pies a
cualquiera, se sumirán en la mediocridad para el resto de su vida.
Creo que los niños tienen que esforzarse y entender que
los sueños no se cumplen así como así, que para ello tienen que trabajar y
luchar. No obstante, si fomentamos una actitud de ganar cueste lo que cueste y
les permitimos que empujen a otros niños para conseguir ser los primeros, la
cosa se nos está yendo de las manos.
Es verdad que en la adolescencia el carácter no nos
parece tan importante; en cambio, cuando somos adultos, el carácter lo es todo.
Error
nº 5: Olvidarnos de lo maravilloso que es ser niño. El otro día descubrí
una pegatina de Tarta de Fresa en el fregadero, lo que me hizo recordar la
alegría de vivir con niños.
Llegará un día en que deje de haber pegatinas en el
fregadero. Ya no habrá Barbies en la bañera, ni muñecas en mi cama, ni Mary
Poppins en el DVD. Las ventanas estarán limpias, sin huellas, y la casa estará
tranquila porque mis hijas saldrán con sus amigos en vez de quedarse en el
nido.
Criar a niños pequeños puede ser un trabajo duro y
monótono. A veces, es tan agotador física y emocionalmente que nos encantaría
que se hicieran mayores cuanto antes. Por otra parte, también tenemos
curiosidad por saber cómo será su crecimiento. ¿Cuáles serán sus pasiones? Como
padres, esperamos poder descubrir sus dones, para saber aprovechar sus puntos
fuertes y animarles a que sigan por la buena dirección.
Pero, cuando proyectamos su futuro, y nos preguntamos si
ese gusto por el arte le convertirá en Picasso, o si su voz melodiosa hará de ella
una Taylor Swift, podemos llegar a olvidarnos de disfrutar de lo realmente
bueno: los cuentos de antes de dormir, los pijamas de una sola pieza, las
cosquillas en la tripa y los gritos de alegría. A veces, nos olvidamos de dejar
que nuestros hijos se comporten como niños y disfruten de su infancia.
La presión sobre los niños comienza demasiado pronto. Si
queremos echar una mano a nuestros hijos, tenemos que protegerles de estas
presiones. Hay que dejar que disfruten y crezcan a su propio ritmo, así que, en
primer lugar, deben explorar sus intereses sin miedo al fracaso y, en segundo
lugar, no tienen que sentirse agobiados.
La infancia es un momento de juegos y de descubrimientos.
Cuando metemos prisa a los niños, les estamos robando una etapa inocente por la
que nunca volverán a pasar.
Error
nº 4: Criar al hijo que queremos, y no al que tenemos. Como padres, nos
creamos una imagen propia de nuestros hijos. Esta imagen comienza a
confeccionarse en el momento del embarazo, antes incluso de saber el sexo del
bebé. En secreto, deseamos que el niño se parezca a nosotros, pero un poco más
inteligente y con más talento. Queremos ser su ejemplo, y modelar su vida
siguiendo el patrón de la nuestra.
Sin embargo, los niños suelen seguir su propio modelo y,
además, desconfiguran los nuestros. Al final, son como nunca los imaginamos.
Nuestro trabajo consiste en descubrir sus dones innatos, y en tratar de
guiarlos por el buen camino. Ante todo, inculcarles nuestros propios sueños no
va a funcionar. Solo si entendemos quiénes y cómo son, podremos tener un
impacto en sus vidas.
Error
nº 3: Olvidar que los hechos pesan más que las palabras. A veces, cuando
mis hijas me preguntan algo, me dicen: "Por favor, responde en una
frase". Me conocen bien, y saben que aprovecho cualquier lección de la
vida diaria y la convierto en un momento de aprendizaje. Quiero que tengan
sabiduría, pero de lo que a veces me olvido es de que mis ejemplos ensombrecen
mis palabras.
Cómo respondo al rechazo y a la adversidad... Cómo trato
a mis amigos y a los desconocidos... Si me peleo con su padre o si nos apoyamos
mutuamente... Ellas se dan cuenta de todas estas cosas. Y mi actitud les da
permiso para comportarse de la misma manera.
Si quiero que mis hijas sean maravillosas, yo también
tengo que aspirar a lo mismo. Tengo que ser la persona que espero que sean
ellas.
Error
nº 2: Juzgar a otros padres... y a sus hijos. Independientemente de lo
mucho que difieras en la forma de educar que tienen otros padres, no es tu
misión juzgarlos. Nadie es completamente bueno ni completamente malo; todos
somos un poco de todo, todos luchamos contra nuestros propios demonios.
Personalmente, tiendo a ser más benevolente con otros
padres cuando yo lo estoy pasando mal. En los momentos en que los niños me lo
ponen difícil, entiendo el comportamiento de muchos padres.
Nunca sabemos por lo que alguien está pasando, ni cuándo
nos veremos en una situación parecida. Aunque, en ocasiones, no podamos evitar
tener nuestros prejuicios, deberíamos controlarlos y tratar de entender a la
otra persona en lugar de llegar a conclusiones precipitadas.
Error
nº 1: Subestimar el CARÁCTER. Si hay una cosa que espero hacer bien con
mis hijos es conseguir que tengan un buen CORAZÓN. El carácter, la fibra moral
y una brújula interna son los cimientos que forman la base para un futuro feliz
y saludable. Esto es más importante que cualquier boletín de notas o que
cualquier trofeo que ganen.
Nadie puede exigir un carácter concreto a sus hijos, y
más teniendo en cuenta que el carácter no significa mucho a la edad de 10 o de
15 años. Los niños a esa edad se preocupan por las recompensas a corto plazo,
pero nosotros, como padres, conocemos mejor la historia. Sabemos que lo
importante con 25, 30 o 40 años no es lo largo que lanzaste una vez un balón o
si fuiste animadora, sino cómo tratas a los demás y qué piensas de ti mismo. Si
queremos fomentar el carácter, la confianza, la fuerza y la resiliencia,
tenemos que dejar que los niños se enfrenten a las adversidades y que
experimenten el orgullo que se siente al salir reforzado de una situación
difícil.
Es complicado ver a nuestros hijos caer, pero a veces es
necesario. En ocasiones, hay que preguntarse si intervenir se encuentra entre
las mejores opciones. Hay un millón de formas de amar a nuestros hijos, pero, a
la hora de buscar su felicidad, conviene ser conscientes de que a veces la pena
a corto plazo será recompensada con creces por los beneficios en el futuro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios