El seis
de enero los sabios de oriente llegaron a adorar al niño Jesús en Belén.
El oro, el incienso y la mirra
simbolizan la realeza, la humanidad y la divinidad de ese ser que llega como
luz para la Tierra.
Tarde,
por allá en el siglo XIV, el monje benedictino Beda les puso los nombres que
hoy conocemos:
Melchor o Magalath, anciano de blancos cabellos
y larga barba, de origen Europeo.
Gaspar o Galgalath, el más joven y rubio de
Asia.
Baltasar o Serakin, de raza negra, procedente de
África.
La
valiosa lección de unos personajes de otra raza y credo que visitan a Jesús es un llamado a la tolerancia.
Se nos invita a derribar los muros de
la incomprensión y a tender puentes de amorosa hermandad.
¿Tú
amas a los de otro credo, raza o ideología? ¿Los respetas o exiges que piensen
como tú?
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