Era un sabio vedantín, es decir, que creía en la
unidad que se manifiesta como diversidad. Estaba hablando a sus discípulos
sobre el Ser Supremo y el ser individual, explicándoles que son lo mismo.
Declaró:
–Del mismo modo
que el Ser Supremo existe dentro de sí mismo, también existe dentro de cada uno de nosotros.
Uno de los
discípulos replicó:
–Pero, maestro, ¿cómo nosotros podemos ser como
el Ser Supremo, cuando Él es tan inmenso y poderoso?
Infinitos universos
moran dentro de Él. Nosotros
somos partículas a su lado.
El sabio le
pidió al discípulo que se
aproximase al Ganges y cogiese agua. Así lo hizo el discípulo.
Cogió un tazón de agua y se lo presentó al sabio; pero éste protestó:
–Te he pedido agua del Ganges.
Ésta no puede
ser agua de ese río.
–Claro que lo es -dijo el discípulo consternado.
–Pero en el Ganges hay peces y
tortugas, las vacas acuden a beber a sus orillas, y la gente se baña en
él. Esta agua no puede ser
del Ganges.
–Claro que lo es
-insistió el discípulo-, pero
en tan poca cantidad que no puede contener ni peces, ni tortugas, ni vacas, ni
devotos.
—Tienes razón
-afirmó el sabio-.
Ahora devuelve el agua al río.
Así lo hizo el
discípulo y regresó después junto al sabio, que le explicó:
–¿Acaso no existen ahora todas esas cosas en el
agua? El ser individual es como el agua en el tazón. Es
una con el Ser Supremo, pero existe en forma limitada y por eso parece diferente. Al devolver el agua del tazón al
río, volvió a contar con peces, tortugas, vacas y devotos. Si meditas adecuadamente,
comprenderás que tú eres el Ser Supremo y que estás en todo, como Él.
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