Las
pequeñas maravillas están siempre ahí y todo se ilumina y se mejora cuando las
valoras.
Te invito a realizar cada día acciones simples
en su apariencia y muy profundas en su esencia:
Tomas
un jabón en tus manos lo miras, reconoces su valor y das gracias por poder
usarlo.
Del
mismo modo te enseñas a hacer algo parecido cada día con un lápiz, un tenedor,
un pan, un papel o un cepillo.
Cada objeto es un invento fascinante y la vida
pierde su hechizo si no aprecias su importancia.
Todos los días puedes redescubrir el encanto
de lo pequeño y exorcizar así el inconformismo y la amargura.
Hoy hice el ejercicio del jabón en el baño y
di gracias al Padre por ese y otros fantásticos regalos.
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