Un alpinista empezó a
ascender, se hizo tarde, pero siguió subiendo, decidido a llegar a la cima.
Todo era oscuro, se resbaló y cayó al vacío a una velocidad
vertiginosa.
Pensaba que iba a morir,
pero sintió un fuerte tirón y quedó suspendido de una cuerda y de una estaca de
seguridad.
Después de reponerse comenzó a decir: Ayúdame, Dios mío.
Entonces una voz grave le dijo: ¿Qué necesitas, hijo mío?
- ¡Sálvame, Señor!
- ¿Realmente crees que te
pueda salvar?
- Por supuesto, Señor.
- Entonces, corta la
cuerda que te sostiene.
Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a
la cuerda y se quedó pensando.
Cuentan que el equipo de
rescate lo encontró después congelado y muerto. Para su sorpresa, la cuerda lo
sostenía a escasos dos metros del suelo.
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