El amor es maravilloso, pero sin duda, no puede
sostenerse una relación con solo el amor. Es como tratar de sostener una cámara
fotográfica con un tripié de una sola pata.
En
mi experiencia, las relaciones tienen un tripié de cuatro patas que hace que
las cosas entre ambos fluyan y se fortalezcan.
Esas “cuatro patas” son cuatro aspectos fundamentales de
la vida en la que las parejas deben tener acuerdos claros:
La
educación de los hijos
La
religión
Proyecto
de vida a futuro
El
dinero
No están en orden de importancia. Los cuatro tienen el
mismo peso. Si un matrimonio está en profundo desacuerdo con alguno de estos 4
puntos, la relación se complicará más de lo estrictamente necesario.
Hoy, solo hablaré del dinero. Es de la mayoría conocido
que muchas parejas suelen pelear por el. Pero lo que pocos saben es que la
razón no solo es la escasez de dinero, sino la falta de comunicación acerca del
dinero.
Ambos tienen $10 y El quiere gastar $9 en viajes y $1 en
la casa mientras que Ella quiere gastar $6 en la casa y $4 en ahorros.
Esta
discrepancia que parece pequeña, y de la que normalmente no se habla, es
fundamental y estará presente en la mente de cada una de las partes cada vez
que entre dinero a casa (sin importar quien genera los ingresos). Vivir
en pareja significa compartir y eso significa compartir intereses, deseos y
propósitos además del amor y las responsabilidades.
Pero ¿cómo llegar a un acuerdo si los intereses de ambos
pueden ser tan distintos? Aquí una fórmula que no falla (y las notas de como
fue que la aprendí):
Anoten
lo que para cada uno es más importante. Por ejemplo, cuando recién nos
casamos, para mi esposo lo más importante era disfrutar del dinero en el
momento y comprar gadgets, mientras que para mi, lo más importante era ahorrar
para compra una casa lo antes posible. De esta forma, se darán cuenta que tan
diferentes o similares son sus objetivos y prioridades.
Mi experiencia: ¡Yo cometí el error de no escribirlas!
eso nos costó 2 años de pláticas/discusiones a veces desgastantes, a veces
divertidas, en las que generalmente nos
rascábamos la cabeza pensando que el otro estaba medio loco.
Establezcan
la forma en que el dinero en casa será repartido. Quién aporta qué,
quién llevará las cuentas generales, en que se gasta qué cantidad. Esto es muy
variable de pareja en pareja, no hay una fórmula que funcione para todos, pero
es imprescindible que la que elijan ustedes realmente les funcione y se sientan
cómodos con ella.
Mi experiencia: En este tema, confieso no tuvimos
desacuerdos: mi esposo dejó claro que
alimento, casa (y todos sus gastos), vestido, medicina corrían por parte
de “la casa”. La Casa es una cuenta en la que ambos aportamos. El aporta un
porcentaje mayor que el mío. De esa manera, cada gasto está decidido y no
tenemos discusiones diarias de quién paga que.
Una
vez a la semana, siéntense a hablar de dinero. El día que estén más
tranquilos (sin los niños, sin el teléfono). No necesitan más de media hora a
la semana. Tomense un tecito o ¿porqué no? una copa de vino. ¡Solo una!
Mi experiencia: Nosotros, más que platicar nos
informamos. Mi esposo me dijo un día: “yo soy bueno para generar ingresos, tu
eres buena para administrarlos y hacerlos crecer” así que tomamos de los
deportes la analogía: El se encarga de la ofensiva y yo me encargo de la
defensa. Lo cual ha resultado maravilloso para evitar discusiones. Cada uno
atiende su “cargo gerencial” con toda libertad. Siempre informando al otro de
las decisiones.
Nunca
tomar decisiones financieras sin consultar al otro. No importa si el que
decidió comprar un yate es el que genera más ingresos. Su pareja lo resentirá y
con justa razón. ¿No se suponía que son pareja? Usar el dinero como medio de
poder y control solo lleva a un punto: el divorcio.
Mi experiencia: Como comenté, el toma todas las
decisiones en relación a su trabajo, cobros negociaciones de precio, etc. Me
platica y a veces yo le sugiero (generalmente le sugiero que cobre más, claro)
pero la decisión final es de el. Lo mismo aplica para mis decisiones en
relación a seguros, fondos de inversión, gastos de la casa. Todo lo platicamos
y nos hacemos sugerencias. Para compras mayores como muebles o carro, tomamos
la decisión juntos a partir de los ingresos y ahorros que tenemos en ese momento.
Determinen
que puede ceder uno y el otro para que las metas del compañero puedan cumplirse
sin sacrificar las propias.
Mi experiencia: ambos entendimos que mientras era
importante ahorrar para la casa, también era importante disfrutar ciertas cosas
ahora, así que con presupuesto decidimos que porcentaje se iría al ahorro y que
porcentaje a gastos de diversión y gadgets. Nos costó trabajo y fueron muchas
reuniones de negociación, pero al final pudimos alinear las metas de los dos.
¡Olvídense
de los secretos!
Conozco a muchas parejas donde la mujer no sabe lo que
gana el marido y a su vez el marido no tiene idea de la cuenta secreta de banco
que tiene su mujer. Créanme, es una receta para el desastre. Estos maridos tienen miedo de que si sus
esposas se enteran de lo que ganan, les van a pedir más. Y esas esposas temen
que si el marido se entera de sus cuentas de banco, éste les dará menos dinero.
No hay peor consejero que el miedo. Y pocas cosas destruyen matrimonios tanto
como los secretos. Recuerden porqué fue que se casaron (y decidieron confiar en
el otro) en primer lugar.
Mi experiencia: tanto mi esposo como yo somos malísimos
para ocultar cosas. Confieso que eso nos ha ayudado a no guardar secretos, pero
también la certeza de que ningún secreto vale la pena guardarse cuando se vive
con alguien.
No
se desesperen. Llegar a acuerdos y entenderse a veces toma tiempo. Lo
mismo con la llegada a cada meta financiera. No es rápido pero si se organizan
bien, lo lograrán sin duda. Yo siempre he dicho: se puede tener todo, solo que
no al mismo tiempo.
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