¿Para
qué casarse?
El
modelo institucional de matrimonio aspira a realizar la mejor forma de amistad
entre un hombre y una mujer
La institución del matrimonio hace lo que una simple relación
privada nunca puede hacer: Crea expectativas de compromiso; recuerda a
los cónyuges que su amor se extiende hasta la siguiente generación; y, para
bien o para mal, influye en el resto de la sociedad.
El matrimonio no es principalmente un asunto
entre dos adultos que buscan su satisfacción emocional mediante el apoyo mutuo,
sino un ámbito que crea derechos y obligaciones.
El amor en el matrimonio trae la promesa que
se hacen los esposos: “Me
entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la
salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”.
Hay que reconocer el verdadero bien del
matrimonio: una unión para el apoyo mutuo. En otras palabras, el matrimonio es algo mas que amistad.
“El matrimonio es la mejor forma de amistad”.
Los filósofos griegos distinguían tres clases
de amistad: por el placer, por el interés o por el bien. Esta última es la más
elevada, pues en ella los amigos se mantienen unidos por la virtud. En cambio,
en las otras formas de amistad priman el sentimiento de agrado o la propia
conveniencia. Tales
amistades no suelen durar mucho.
El
matrimonio es el paradigma de la amistad auténtica. “Cada
uno de los esposos se convierte en un bien para el otro. Como es natural, este
tipo de amistad sólo es posible entre personas virtuosas. De ahí que el matrimonio sea una
invitación para los casados a convertirse en personas buenas”.
Una buena esposa se mantendrá al lado de su
marido en medio de la enfermedad y la pobreza. Así, ambos se van haciendo
buenos y participan del bien del matrimonio. Por eso, lograr un buen matrimonio
siempre es una aspiración.
Esta forma más alta de amistad con la
felicidad humana. Nadie querría cambiar esta unión por un sucedáneo. Este es lo atractivo del
matrimonio que busca un entendimiento más profundo de la amistad.
Para
los adultos en busca de amor, el modelo del matrimonio difícilmente podrá verse
como una condena a la esclavitud. Más bien, es una
invitación a la vida buena”.
REFLEXIONES DE UN SACERDOTE
El matrimonio es un compromiso sagrado, una unión bendecida que trasciende lo mundano. Nos casamos para compartir la vida, para amarnos incondicionalmente y apoyarnos mutuamente en el camino hacia la plenitud espiritual. En el matrimonio, encontramos una oportunidad divina de crecer juntos, de ser testigos del amor de Dios en nuestra relación. Nos casamos para formar una alianza basada en la fe, donde cada día es una oportunidad de expresar gratitud y devoción. El matrimonio nos llama a ser más que individuos; nos invita a ser una sola carne, un reflejo vivo del amor eterno de Dios.
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