Asume
la muerte como un viaje maravilloso a una dimensión de amor y paz de la cual viniste a esta Escuela de Espíritus como un ser migratorio.
Destierra
de tu mente todos los temores que allí sembraron una
mala educación y una fe
distorsionada en el verdadero Dios.
Si el humano viera ese paso como lo que es,
no solo no tendría miedos, sino que anhelaría darlo, sin dejar de amar esta vida en la que está de visita.
El humano se aferra a lo material porque no vislumbra las delicias
de lo espiritual; se
amarra a lo efímero porque no valora la plenitud que lo que le espera.
Por eso decreta desde ya: No me aferraré a un cuerpo que
se irá deshaciendo.
Pensaré: ¡Rayos, qué gozo, me esperan tanta luz y tanto
amor, tanta paz!
No me identificaré con mi ego porque es él quien no quiere renunciar
a lo que acá lo atrae y por lo que ha luchado tanto: status y
posesiones.
El
arte de morir es el arte de confiar y soltar, de alivianar mi alma, de comprender que todo lo de acá
es pasajero y no se necesita en el otro lado.
El
arte de morir para vivir es un ejercicio de humildad, de reconocer que no
soy indispensable y que los que amo estarán bien sin mí.
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