Tender la cama, un gesto aparentemente simple, se revela como un
poderoso catalizador de transformación en nuestra psicología y bienestar
emocional. Este acto cotidiano, que a menudo pasa desapercibido, puede tener un
impacto significativo en nuestra salud mental y en la percepción que tenemos de
nosotros mismos.
El ambiente que nos rodea refleja y, al mismo tiempo, influye en nuestro estado mental. Tener la cama tendida crea un espacio ordenado y armonioso, lo cual contribuye a un entorno más tranquilo y sereno. La mente, al interactuar con un espacio ordenado, tiende a reflejar esa misma organización interna. Este simple hábito puede marcar la pauta para el resto del día, estableciendo un tono positivo y estructurado.
La disciplina de tender la cama también está vinculada con la autodisciplina. Este acto diario implica compromiso y consistencia, habilidades esenciales para el desarrollo personal. Al cumplir con esta pequeña tarea, fortalecemos nuestra capacidad para establecer metas, seguir rutinas y mantener el enfoque en nuestras aspiraciones más amplias.
Tender la cama se convierte en un ritual, un acto simbólico que trasciende lo físico y se adentra en el reino de lo emocional. Este gesto nos conecta con el autocuidado y la atención a los detalles, elementos esenciales para cultivar una autoestima saludable. Cuidar nuestro espacio refleja el cuidado que merecemos otorgarnos a nosotros mismos.
En un mundo lleno de incertidumbre y caos, el simple acto de tener la cama tendida puede proporcionar un sentido de control sobre nuestro entorno. Este control, aunque limitado en su alcance, actúa como un amortiguador psicológico, permitiéndonos enfrentar los desafíos diarios desde una posición de mayor fortaleza.
Así, invito a considerar la importancia de este pequeño gesto en nuestra vida diaria. Tendamos nuestras camas no solo como un acto mecánico, sino como una poderosa herramienta para fomentar el bienestar mental, la autodisciplina y el amor propio. En este simple acto cotidiano, descubrimos el potencial transformador que yace en las rutinas más aparentemente insignificantes.
"Si quieres cambiar el mundo, comienza por tender tu cama”. Esta frase sale del libro “Tiende tu cama y otros pequeños hábitos que cambiarán tu vida y el mundo” del almirante William H. McRaven, que se basa en la importancia de la disciplina en la marina y la traslada a la vida.
La sabiduría está en lo sencillo: la transformación se da a través de la constancia, la perseverancia y los detalles, que se convierten en hábitos, los hábitos en costumbres, y las costumbres en estilo de vida. Si no puedes hacer las cosas pequeñas con excelencia, no lograrás hacer las cosas grandes de esa manera.
Tener la cama destendida representa una apatía por tu cuidado personal, por el orden en tu entorno y en tu mundo. Sin la cama tendida, el dormitorio estará desordenado y esto no ayuda a tener una mente organizada.
Mi mamá Alegría, quien ha sido un roble en mi vida, nos ha dicho a sus tres hijas que siempre estemos arregladas y bien, con algo de maquillaje, no por nadie más, sino por nosotras mismas. Ella es la feminidad hecha mujer, y esto va de la mano con la templanza de un carácter inquebrantable que fue desafiado por varios obstáculos.
Va de la mano lo vivido en mi casa con lo que propone el almirante McRaven: tender la cama es organizar la mente; tender la cama es querernos y querer un espacio organizado; tender la cama es el primer paso para empezar bien el día e irlo llenando de actos que, si se van juntando, van logrando grandes objetivos.
El éxito es la punta de la pirámide de las necesidades humanas. Maslow nos explica sobre las necesidades primarias entre las cuales están la alimentación, la vivienda, el afecto y el sexo. No hay producción en mente intranquila, no hay enfoque ni concentración en medio del desorden. Que no nos agobie el agobio, que no nos sature la saturación, y esto se logra con simples actos como tender la cama, hacer ejercicio y tomar una ducha. Como dice mi mamá: “Hay que estar bonita para uno” y yo le creo, porque yo habito este cuerpo y poseo esta mente. Pintar mis labios es un acto de amor propio.
De ahora en adelante, no dejaremos nuestra cama destendida… Que sea un pacto entre tú y yo.
El ambiente que nos rodea refleja y, al mismo tiempo, influye en nuestro estado mental. Tener la cama tendida crea un espacio ordenado y armonioso, lo cual contribuye a un entorno más tranquilo y sereno. La mente, al interactuar con un espacio ordenado, tiende a reflejar esa misma organización interna. Este simple hábito puede marcar la pauta para el resto del día, estableciendo un tono positivo y estructurado.
La disciplina de tender la cama también está vinculada con la autodisciplina. Este acto diario implica compromiso y consistencia, habilidades esenciales para el desarrollo personal. Al cumplir con esta pequeña tarea, fortalecemos nuestra capacidad para establecer metas, seguir rutinas y mantener el enfoque en nuestras aspiraciones más amplias.
Tender la cama se convierte en un ritual, un acto simbólico que trasciende lo físico y se adentra en el reino de lo emocional. Este gesto nos conecta con el autocuidado y la atención a los detalles, elementos esenciales para cultivar una autoestima saludable. Cuidar nuestro espacio refleja el cuidado que merecemos otorgarnos a nosotros mismos.
En un mundo lleno de incertidumbre y caos, el simple acto de tener la cama tendida puede proporcionar un sentido de control sobre nuestro entorno. Este control, aunque limitado en su alcance, actúa como un amortiguador psicológico, permitiéndonos enfrentar los desafíos diarios desde una posición de mayor fortaleza.
Así, invito a considerar la importancia de este pequeño gesto en nuestra vida diaria. Tendamos nuestras camas no solo como un acto mecánico, sino como una poderosa herramienta para fomentar el bienestar mental, la autodisciplina y el amor propio. En este simple acto cotidiano, descubrimos el potencial transformador que yace en las rutinas más aparentemente insignificantes.
"Si quieres cambiar el mundo, comienza por tender tu cama”. Esta frase sale del libro “Tiende tu cama y otros pequeños hábitos que cambiarán tu vida y el mundo” del almirante William H. McRaven, que se basa en la importancia de la disciplina en la marina y la traslada a la vida.
La sabiduría está en lo sencillo: la transformación se da a través de la constancia, la perseverancia y los detalles, que se convierten en hábitos, los hábitos en costumbres, y las costumbres en estilo de vida. Si no puedes hacer las cosas pequeñas con excelencia, no lograrás hacer las cosas grandes de esa manera.
Tener la cama destendida representa una apatía por tu cuidado personal, por el orden en tu entorno y en tu mundo. Sin la cama tendida, el dormitorio estará desordenado y esto no ayuda a tener una mente organizada.
Mi mamá Alegría, quien ha sido un roble en mi vida, nos ha dicho a sus tres hijas que siempre estemos arregladas y bien, con algo de maquillaje, no por nadie más, sino por nosotras mismas. Ella es la feminidad hecha mujer, y esto va de la mano con la templanza de un carácter inquebrantable que fue desafiado por varios obstáculos.
Va de la mano lo vivido en mi casa con lo que propone el almirante McRaven: tender la cama es organizar la mente; tender la cama es querernos y querer un espacio organizado; tender la cama es el primer paso para empezar bien el día e irlo llenando de actos que, si se van juntando, van logrando grandes objetivos.
El éxito es la punta de la pirámide de las necesidades humanas. Maslow nos explica sobre las necesidades primarias entre las cuales están la alimentación, la vivienda, el afecto y el sexo. No hay producción en mente intranquila, no hay enfoque ni concentración en medio del desorden. Que no nos agobie el agobio, que no nos sature la saturación, y esto se logra con simples actos como tender la cama, hacer ejercicio y tomar una ducha. Como dice mi mamá: “Hay que estar bonita para uno” y yo le creo, porque yo habito este cuerpo y poseo esta mente. Pintar mis labios es un acto de amor propio.
De ahora en adelante, no dejaremos nuestra cama destendida… Que sea un pacto entre tú y yo.
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