Esta y
no otra es la razón de ser de una enfermedad: viene a sacudirte para que
evoluciones y te pulas espiritualmente.
Por
eso hay enfermos que antes eran rebeldes o soberbios y ahora son seres de paz y vibran en el verdadero amor con
humildad.
La
enfermedad te quebranta y te deja valiosos regalos como desapego, perdón, aceptación y sencillez. Estas últimas piden que
dependas de otros que te atienden y cuidan.
Es duro si has sido bien autónomo y siempre
has querido hacer las cosas por
ti mismo con un ego poco humilde.
Entonces la maestra enfermedad te dice: deja el orgullo y acepta que te
cuiden, te alimenten, te bañen y te vistan.
Cuentan que una persona muy solitaria y
racional fue donde un sabio y, entre otras cosas, le dijo que le dolía mucho la cabeza.
El sabio lo escuchó y le dijo: “Te duele allí porque eso es lo
que eres: una cabeza que razona sin cesar. ¿Dónde se te extraviaron el
alma y el corazón?
¿Qué pasa con tus sentimientos, tus emociones y tu capacidad de
trascender? Todo lo quieres desmenuzar con una mente fría y para ti solo
vale lo que es lógico y científico”.
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