Uno de los mayores valores que las personas tienen
es la creencia en si mismas: en lo que son, quieren ser y luchan para
conseguirlo. El Mayor error que cometemos es vivir o hacer todo aquello, que
los demás esperan o quieren que hagamos. Esto sucede, cuando no queremos que se
enfaden con nosotros o no queremos contrariar a las personas a las que queremos
y entonces, caemos en el chantaje emocional.
Como necesitamos
sentirnos queridos o respetados, entonces entramos en el juego, no hacemos lo
que más deseamos en ese momento para no herir o no sentirnos culpables. Hemos
sido educados con el sentimiento de culpa, grabado en nuestro cerebro de forma
permanente, como así lo demuestran las siguientes frases: “no salgas a la calle
porque papá se sentirá preocupado, “no llegues tarde porque te podrá pasar algo
malo, “cuidado con el vaso de leche que se te caerá, “si eliges irte a ese
lugar, me harás sentirme muy triste y un largo etcétera de frases similares,
que hemos escuchado desde nuestra más tierna infancia.
¿Y qué nos ha sucedido? Que nos hemos convertido en
personas temerosas, poco arriesgada y hemos perdido la creencia en nosotros
mismos. Hemos decidido vivir la vida que las personas que nos rodean y nos
quieren, han resuelto para nosotros, pero no, la que hubiéramos deseado
experimentar.
Pero ¿Por qué?
No toda la culpa la tienen nuestros padres, nuestras parejas o hijos, en gran
medida, nosotros somos los mayores responsables porque hemos entrado en el
juego de las emociones y no hemos querido contrariar a nadie, porque en el
fondo de nuestro corazón, necesitamos que nos quieran o nos respeten;
necesitamos la aprobación.
Cuando rompamos los lazos de la aprobación de los
demás, habremos conseguido andar un largo camino que nos conducirá a ser mejor
persona, inicialmente, para nosotros mismos y luego, para los demás.
Quizás en
algunos momentos podremos ser tachados de egoístas, pero ¿qué somos capaces de
ofrecer a los demás cuando nos sentimos frustrados, fracasados o sin rumbo?.
Pues, seguramente, nada.
Entonces,
empecemos a cuidarnos y a querernos a nosotros mismos, en el momento que lo
consigamos estaremos ofreciendo a nuestros seres queridos, nuestros amigos y
colaboradores: lo mejor de nosotros.
Debemos aprender a creer en nosotros, a no
necesitar la aprobación de los demás y a no ser un copia de personas que para
nosotros son referentes. Emular a personas respetadas o exitosas suele ser otro
error en el que se suele caer.
El pensamiento,
idealiza a una persona y entonces, aprende sus gestos, su forma de expresarse,
su forma de relacionarse, para al final, ser una burda copia de ellos, habiendo
perdido nuestra personalidad, nuestros valores, en resumen, nuestra esencia de
ser humano.
Potenciar lo que realmente se es, no es tarea fácil
pero sí, muy gratificante. Cuando una persona se siente con confianza y cree
que puede hacer todo aquello que desea, entonces se desata una gran fuerza
interior, que impulsa a conseguir todos aquellos sueños que se persiguen.
Ahora voy a
contarte una historia de una mujer que amaba mucho las flores.
El invernadero de Helena
Helena era una mujer que amaba las flores y decidió construir un invernadero. Buscó las flores más hermosas para ese rincón mágico que iba a crear y acondicionó el lugar buscando lo ideal para el crecimiento de las plantas: temperatura, humedad, abono, tierra, etc. y cuidó con esmero este vergel que estaba creando.
El invernadero de Helena
Helena era una mujer que amaba las flores y decidió construir un invernadero. Buscó las flores más hermosas para ese rincón mágico que iba a crear y acondicionó el lugar buscando lo ideal para el crecimiento de las plantas: temperatura, humedad, abono, tierra, etc. y cuidó con esmero este vergel que estaba creando.
Un día paseando por el invernadero descubrió que
sus flores se estaban muriendo. Preocupada, se acercó a la rosa y le preguntó
porque estaba tan mustia cuando ella le dedicaba tanto cuidado; ésta, le
respondió que estaba triste porque no podía ser tan hermosa como la orquídea.
Siguió caminando
y se encontró a un helecho y este le dijo, que se moría porque no podía
florecer como la rosa. A unos pocos pasos, se encontró un naranjo caído porque
no podía dar flores tan hermosas y olorosas como la rosa y la orquídea le
comentó que se moría porque no podía ser tan fuerte y alta como el
naranjo.
Entre todo aquel caos de plantas mortecinas,
encontró una flor lozana, fresca y frondosa; era una margarita. Helena extrañada se acercó y le preguntó:
¿Cómo es posible que crezcas tan saludable en este jardín, donde flores y
árboles se mueren y están mustios?. Ésta le respondió: - No lo sé; quizás sea
porque siempre pensé que
querías margaritas y pensé que debía ser la mejor y la más bonita para que
cuando visitaras tu jardín te deleitaras mirándome, y me dije: voy a ser la margarita más bella
y hermosa de tu jardín -.
Si creemos en lo
que somos y trabajamos en ser los mejores, en aquello que queremos ser,
conseguiremos el éxito y la felicidad en nuestra vida. Pero si decidimos vivir
mustios y marchitos, ansiando ser lo que no somos, nos sentiremos frustrados y
repitiéndonos constantemente: “si yo pudiera..., “si yo consiguiera..., “si me
dejaran..., “Si me permitieran... , “si yo fuera.
Nos dedicamos a vivir nuestra vida, siempre pensando en el futuro y en lo que podríamos conseguir, sin pensar, que es hoy, cuando debemos trabajar en ser los mejores y en conseguir aquello que deseamos.
Podemos elegir hoy, estar felices con lo que somos, con lo que tenemos y trabajar para conseguir nuestros sueños; o podemos vivir amargados, por lo que podríamos ser o tener.
Nos dedicamos a vivir nuestra vida, siempre pensando en el futuro y en lo que podríamos conseguir, sin pensar, que es hoy, cuando debemos trabajar en ser los mejores y en conseguir aquello que deseamos.
Podemos elegir hoy, estar felices con lo que somos, con lo que tenemos y trabajar para conseguir nuestros sueños; o podemos vivir amargados, por lo que podríamos ser o tener.
El día que aceptemos que somos seres únicos y
exclusivos y que nadie puede hacer, lo que nosotros tenemos que realizar en
esta vida; que somos lo que somos y no, lo que podría ser; ese día, se desatará
una energía arrolladora que nos llevará directos a la cima del éxito.
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