Dedícate
a ser una persona capaz de comprender sin juicios, actuar desde la
bondad, aceptar las diferencias y respetar a todos.
Dedícate
con pasión y perseverancia a ser tu mejor versión, a vibrar solo en la
frecuencia del amor a ti mismo, a Dios y a los otros.
Que tu prioridad no consista en tener éxito sino en tener
valores. Como decía Gandhi: sé
tú el cambio que quieres ver en el mundo.
El reto espiritual es amarte y amar, servir sin
expectativas y enfocarte en la convivencia, no en la competencia.
Asume
la hermosa visión de cambiar odio por perdón, críticas por alabanzas, soberbia
por sencillez y juicios por bondad.
Tal como lo enseñó Jesús, no devuelvas mal por mal, ama a
los inconscientes que hacen daño y sé luz del mundo con tus buenas acciones.
La
vida dura poco y, a veces, se va en lo que no cuenta debido a un espíritu
desnutrido y descuidado casi del todo.
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