Tú, Dios mío, eres mi roca firme, mi
refugio y mi fortaleza. Contigo me siento seguro en medio del peligro. En ti
confío plenamente.
Me
renuevas y me sostienes, me cuidas y envías tus ángeles para que me guíen y me
acompañen en toda ocasión. En
ti creo decididamente.
Tú
Señor estás siempre conmigo y me susurras las mismas palabras que siempre has
dicho a tus escogidos: “No temas, Yo estoy contigo”.
Por eso acudo a ti en los días
angustiosos y en ti me apoyo confiadamente. Nada temo, Madre-Padre, porque tú
estás conmigo.
Oh
Dios, eres mi fuerza y mi esperanza, por eso no sucumbo y creo en días mejores
y en nuevos amaneceres.
En los
tiempos aciagos tiendo a desfallecer, pero con tu poder me levanto animoso
después de cada caída.
Ayúdame a aceptar que las pruebas no
las mandas tú, pero que son necesarias para pulirme y mostrar de qué soy capaz.
Amado
Señor, eres mi bastión, me llevas de tu mano y me proteges con el poder de tu
Santo Espíritu. Te amo
sinceramente.
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