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EL PAPEL DEL TRABAJO EN LA TRANSFORMACIÓN DEL HOMBRE EN MONO

PARA EFECTOS PRÁCTICOS, PARECEMOS ENCARAMADOS CADA UNO EN SU ÁRBOL

Durante muchos años, utilicé el texto de Federico Engels "El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre" en los cursos de organizaciones, para ilustrar el papel del trabajo en la historia de la humanidad. Para Engels, esos "monos", en una permanente interacción con el medio, fueron adquiriendo la posición erecta que libera la mano. Al utilizar la mano, se desarrolla más el cerebro, abriéndoles paso a procesos mentales complejos como el lenguaje, producto a su vez de la necesidad de comunicarse para realizar actividades en grupo. El uso y desarrollo de las primeras herramientas con causa y efecto del desarrollo cerebral que hizo posibles procesos cada vez más complejos como el aprendizaje, la planeación y la intencionalidad.

Imaginario o real, ese hombre primitivo todavía con rasgos y conductas "animales" supuestamente se fue transformando gracias a esa actividad, dirigida a producir algún beneficio para sí y para la prole, que hoy llamamos trabajo.

Amo mi trabajo, me gusta trabajar y cada día tengo una conciencia más clara de cómo impulsa el desarrollo de mis distintas facultades y contribuye a tener una vida más plena e integrada en todas las dimensiones: el crecimiento interior, la vida familiar, las relaciones de amistad y las relaciones profesionales. El trabajo tiene para mí un efecto terapéutico: me centra, me orienta, me estimula. Y así lo es para muchas personas a mí alrededor. Pero no para la mayoría: para muchos, el trabajo impide su desarrollo interno y corroe sus relaciones de pareja, familiares y profesionales, e inclusive sus amistades.
Cada vez con mayor frecuencia me encuentro en la terapia con que las dificultades de pareja y de familia tienen su origen en la prioridad que le conceden al trabajo él, ella o ambos.

Me pregunto: ¿qué hace que en unos casos el trabajo contribuya al desarrollo de una vida individual -y social- más plena, y en otros lo obstruya? 

Mi hipótesis es que en la sociedad actual el papel del trabajo se ha desfigurado: en un extremo es única y exclusivamente el medio para obtener el sustento, y en el otro es el lugar de confrontación de intereses: de la lucha competitiva de unos contra otros, cada quien para lograr 'éxitos' a expensas de los demás. En ambos extremos, la actividad misma de trabajo -en el doble sentido de desafío interno y de servicio a los demás- que tan eficazmente impulsó la transformación del mono en hombre, ha sido desvirtuada: se ha convertido en un medio, ya sea para sobrevivir o para acumular más y más.

Hombres y mujeres terminan dedicándose a trabajar con obsesión, a toda hora. Aun cuando no lo están haciendo 'físicamente', su mente sigue 'allá'. La 'cultura' actual valora y espera esa dedicación. "Tengo que trabajar…" es una disculpa válida para todo: para no asistir a la premiación del hijo de 5 años, para no acompañar al papá al médico, para abandonar a la familia a la hora de la comida, para dejar de hacer deporte, para no ir al médico, para no pintar, para no pensar, para no disfrutar. Resultado: las empresas cada vez más exitosas, y las personas que las conforman y las hacen (con sus familias) -independientemente de que sean 'exitosas' o no en sus aspiraciones económicas- ¡cada vez más infelices! Hemos convertido el trabajo en una desenfrenada cadena de actividades que nos somete y tiraniza. Y en el largo plazo todos perdemos.

La relación persona-trabajo se ha invertido con el transcurrir de la historia: si en las épocas en que el trabajo contribuyó a la transformación del mono en persona, esta ponía el trabajo a su servicio; hoy el trabajo es quien tiene a su servicio a las personas. El trabajo está transformando la persona en mono. Nuestro desafío: volver a invertir esta relación.

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